Qué bien conocía aquella mirada, Izuku supo de inmediato de quién se trataba y temía que se volviese a repetir aquello que lamentablemente le había marcado.

Sé fuerte, no estoy solo, sé fuerte, no estoy solo. Se repetía a sí mismo aquellas mismas palabras de consuelo que un día Katsuki le había entregado.

—No esperaba verte por aquí, Izuku. —susurró entonces, aquel tipo removía su muñeca con algo de molestia. Izuku se había zafado de una manera muy brusca de su agarre, no se lo esperaba.

Izuku suspiró, con seriedad y su ceño notablemente fruncido, respondió:
—Yo tampoco, Shigaraki-san.

Entonces, Tomura sonrió.

|
¦
|
¦
|
¦
|

13:24 P.M.


Cierto rubio ceniza llegaba con sus pantalones arrugados, camisa arrugada... ¡DEMONIOS! Estaba malditamente arrugado.

Y todo por la estúpida secadora que se había descompuesto en el último momento, porque sí, Katsuki lavaba la ropa solo cuando ya no tenía qué usar.

El simple hecho de que había comenzado a usar la secadora una hora antes del encuentro con su alumno lo tenía fuera de cuidado, confiaba en el tiempo que se demoraba en secar. Veinte minutos para ser exactos.

—A ver qué hay de bueno en la cagada esa de Netflix. —murmuró en ese entonces, lanzándose en el sofá con un salto bastante brusco. El rebote de Katsuki contra el sofá fue tan duro que un leve chirrido de auxilio se escuchó.

El sofá estaba sufriendo.

Kenjirou, o bueno, el idiota de Kenjirou había acabado instalando sin su permiso Netflix en su departamento, ¿por qué? Porque simplemente se le dio la gana, ni siquiera le preguntó a Katsuki si podía hacerlo.

Y cuando Katsuki lo notó y pidió, bueno, exigió explicaciones amenazándolo con un cuchillo carnicero, él le respondió relajado:

—Siempre que vengo no tienes una mierda que ver, con suerte y están los canales nacionales y ese que te ofrece cosas para comprar y que por lo que veo, te gusta mucho. —respondió en medio de un bostezo, observando aquella olla multifuncional que Katsuki tenía cerca de sus manos junto a una cuchara, tenedor y —no sé qué mierda más— que utilizaba para comer, todo conseguido de ese canal.

—Lo que yo vea no es de tu puta incumbencia. —gruñó en respuesta.

Pero sí, luego de forcejeos, unos cuantos putazos y ciertos chillidos con lloriqueos de parte del pelirrojo, había acabado por asumir la llegada de Netflix en su departamento.

Entonces, volviendo hace unas horas atrás, encendió la televisión para ver alguna película o serie de su agrado.

— ¿Qué no hay gore en esta mierda? —Rabiaba de manera casi estúpida frente a una televisión que no tenía idea de nada. — ¡Yo sabía que estas mierdas no servían! —Y como si de un perro se tratase, lanzaba gruñidos y gritos inentendibles hacia la televisión, hasta que pudo encontrar algo de su agrado y entonces, calló.

La película estaba tan interesante que Katsuki había olvidado la secadora y los inmensos pitidos de advertencia que lanzaba cada tres minutos. No lo notó hasta cuando se dirigió al baño, treinta minutos después cuando notó el desastre en su cuarto de lavado.

Su ropa estaba literal, hecha un nudo casi imposible de desarmar.

— ¡LA PUTA MADRE! —exclamó entonces sin olvidar patear la secadora de mierda antes de irse a desarmar aquel nudo.

¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Onde histórias criam vida. Descubra agora