Octavo

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Rhett se voltea lentamente, como si las palabras salidas de mi jefe totalmente le insultaran. Sus dedos aprietan contra la palma de sus manos, el pasillo comienza a lucir totalmente pequeño. Veo como empuja contra la pared a Josué, aunque se aleja inmediatamente.

—Te crees muy superior. Ella no tiene nada que ver entre tú y yo. Cometiste un gran error, pero hey, tranquilo... no nos volveremos a encontrar. —camina a mí y me agarra por el brazo, no sé como pero voy caminado casi a rastras con mi bolso, el cual no sé cuándo tome, apretado en mi mano derecha.

No pongo objeción, tampoco quiero trabajar aquí, no después de que me echaran por algo que no hice, algo que ni siquiera entiendo.

Salimos al área principal, muchos rostros voltean a ver a Rhett, sí es bastante alto, pero no es eso lo que ven. Es su imponente manera en que le declara al mundo que no le ponga en el camino.

Comienza a disimular un poco su enojo, suelta mi brazo y toma mi mano, miro a la barra y veo a Cesar boquiabierto, él está viendo por primera vez quien es el tipo detrás del anillo y de la peor manera.

Salimos del lugar por una puerta lateral, ahí está tu auto estacionado, me suelta la mano, ambos subimos al auto a la vez.

Trato de ignorar el hecho de que ya no tengo trabajo, de que ya no tengo como comprar las cosas que mis abuelos necesitan, no tengo como pagar la matrícula de la bendita universidad.

Siento como se resbala una lágrima por mi mejilla. Todo se ha ido a la mierda.

Rhett se aclara la garganta sonoramente, sé que quiere que lo mire, pero no puedo, eso solo me provocaría llorar de verdad. Sería un poco demasiado real.

—Camila, siento mucho que perdieras tu trabajo pero...

Levanto la mano para interrumpirlo, no quiero que hable, no con ese tono condescendiente que sé que no usa regularmente.

—He perdido el único trabajo que me permite pagar las dietas estrictas de mis abuelos, costearme la universidad y permitir que mis viejos estén cómodos.

—No quería que esto pasara, ni siquiera sabía que trabajabas aquí.

—Creo haberlo mencionado. —mi rostro se contrae en un mohín.

—No soy bueno recordando cosas ajenas. —suspira. —Sé que esto fue en parte mi culpa. Así que quédate tranquila.

Siento como sube calor desde la punta de mis dedos hasta el nacimiento de mis cabellos. Dios.

— ¿Qué me quede tranquila?, ¡No tengo trabajo! —casi grito, el dolor liquido derrama por mis mejillas.

Él arranca el auto y se queda tan estático que si no viera como está sacando el auto del callejón diría que no está vivo.

—Claro que tendrás trabajo, serás mi esposa. Para fingirlo debes aprender varias cosas, si dinero de mas es lo que quieres cálmate, puedo conseguirte trabajo. —por primera vez en mucho tiempo la idea de tiempo para hacer nada llegó a mí, disfrutaría de un par de días de hacer nada. Él abre la guantera, saca un ligero bloque de papeles y lo tira algo busco en mi regazo. —Léelo, —saca del bolsillo delantero de su camisa un bolígrafo dorado. — firma.

Es el maldito contrato prematrimonial.

Siento el bolígrafo algo pesado en mis dedos, mientras termino de plasmar mi firma en el papel. Se supone que si todo sale bien, en dos años terminaré muy bien parada en cuanto a situación financiera. Lo que espero sea realidad.

Le extiendo los papeles y él los revisa.

—Entiendo que con tu firma me dices que todo está bien. —el tono de su voz me molesta un poco. Solo asiento. —Perfecto. Entonces no debemos dudar más, planeemos la boda. Hay que invitar a nuestra adorada Cristel.

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora