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Además del estrés, la mayor característica que delataba la proximidad de una presentación era que Yoongi y yo estábamos juntos prácticamente las veinticuatro horas del día, por lo menos durante la semana y media previa al evento. En este caso teníamos mucho menos tiempo por lo que empezar los preparativos a la brevedad había sido indispensable. En general siempre teníamos algo que tratar, alistar o mejorar para que el show saliera lo más impecable posible, y con lo obsesionados que éramos nos hacíamos repasar todo unas tres mil ochocientas veces —cada uno— para asegurarnos de que las cosas estaban yendo exactamente como queríamos.

Yoongi había decidido que quería presentar alguna de las pistas que compusimos el último mes, así que con todo y la locura me dispuse a ir a su apartamento desde temprano para remendar algunos detalles del sonido mientras él terminaba y arreglaba la letra, además de escoger el setlist, prepararlo y otro montón de cosas antes de ponernos a perfeccionar la canción. Y aunque él se había ofrecido a aparecerse en mi departamento (cosa que me pareció especialmente curiosa pues solía joderme para que siempre nos reuniéramos en su piso), yo había pasado de la oferta porque tenía tiempo sin darle un arreglo pertinente; prefería mantenerme y mantener a cualquiera alejado de ahí hasta que me diera la oportunidad y ganas de convertirlo en un lugar decente de nuevo.

Ah, y si bien Yoongi ya no parecía estar molesto o harto (no más allá de su estado natural, quiero decir), su actitud conmigo seguía siendo extraña. De vez en cuando me lanzaba miradas indescifrables y algunas veces se quedaba callado cuando lo jodía. Incluso me hizo prometerle que pensaría bien lo que hablamos el día anterior y le daría una repuesta definitiva luego de que nos presentáramos en el evento del calvo. Decidí, sin embargo, poner mi energía en sacar todo en tiempo y forma para la presentación antes que preocuparme por ese tema, pues pensar en mi futuro no era un propulsor de optimismo en lo absoluto. Si me ponía a meditar demasiado en ello terminaría siendo estresante y una carga adicional de histeria era lo que menos necesitaba en esos momentos.

Suspiré dejando los pensamientos de lado y apreté los audífonos over-ear contra mis oídos con los dedos, como si eso me ayudara a adentrarme en la melodía. Tenía la costumbre de cerrar los ojos y cabecear para lograr abstraerme y esta vez no fue la excepción. Me recliné ligeramente contra la silla de Yoongi, buscando olvidar por completo dónde estaba. El sonido de esta canción era mucho más vivo e intenso que con la que habíamos trabajado los días anteriores así que tenía que ser muy cuidadosa con los detalles, pero estaba segura de que cada gota de esfuerzo se retribuiría en un mil por ciento pues el estilo encajaba perfectamente con el concepto del evento de hip hop puro.

Golpeteé el escritorio con las yemas de mis dedos siguiendo el ritmo de la música cuando de pronto sentí dos manos sobre mis hombros. El toque fue tan suave que ni siquiera logró sacarme de mi mundo, por lo que no paré la música. Entonces percibí cómo, con mesura, las manos subían hacia el hueco entre mi cuello y mis hombros y se quedaban ahí, masajeando el trapecio con los pulgares.

Sonreí involuntariamente, incluso ladeando la cabeza un poco. Una vez la melodía finalizó abrí los ojos, detuve el programa para evitar que se reprodujera en loop infinito y giré la cabeza, topándome con Yoongi. A pesar de que lo miré no se vio dispuesto a terminar con el suave contacto pues sus manos en ningún momento se detuvieron. Lo vi observar la pantalla por unos segundos y tan pronto me saqué los audífonos de los oídos para escucharle giró su vista hacia mí.

—¿Cómo va? —preguntó con voz ronca, sin detenerse.

—Bien. ¿Quieres escuchar?

Emanó un sonido gutural para asentir. Desconecté los audífonos y dejé fluir la melodía. Yoongi se mantuvo de pie tras de mí sin retirar las manos del mismo lugar, y aunque las caricias disminuyeron al punto de ser casi inexistentes, no se detuvo en un cien por ciento. Sus pulgares hacían círculos muy pequeñitos contra mi blusa y sus dedos índices se colaron entre mi cabello para acariciar casi como no queriendo el inicio de mis clavículas.

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