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Stiles no era extremadamente blanco de piel, pero sí lo suficiente como para quemarse bajo el sol. La crema solar era algo indispensable en aquellos días que le tocaba regar los jardines de su pueblo para ganarse algo de dinero, o pasear a los perros del vecino bajo el sol abrasador a cambio de unas tristes monedas. A estas alturas del año, su piel podría descansar, excepto que no se encontraba en su casa y, por tanto, tampoco en invierno.

Debían estar navegando en el océano Pacífico, cerca de tierras sudamericanas. Eso suponía otro hemisferio, y con ello, otra estación: verano. Por ese motivo, cuando se enteró de que iban a montar una especie de spa en la cubierta, no dudó en cogerse su crema solar.

En realidad no era un spa, puesto que no había ningún jacuzzi. Simplemente habían montado una zona para tomar el sol con algunas hamacas y toallas y, solo aquellos más valientes, tenían permiso de darse un baño en el agua del Pacífico. Stiles entre ellos, por supuesto.

Al salir a cubierta pudo ver que ya había bastante gente. Era domingo, por lo que tenían día libre y mientras algunos rehuían del sol escondidos en la sala de ocio, sus amigos se encontraban en las hamacas, así que se dirigió hacia ellos.

—Buenos días, chicos —saludó Stiles, posando su toalla en el suelo—. Veo que habéis madrugado para coger un buen sitio.

—Stiles, querido, si no lo hacía no iba a conseguir el bronceado ideal, por supuesto que he madrugado —respondió Malia, tumbándose boca arriba—. Este cuerpo serrano tiene que coger colorcito.

Stiles se tumbó a su lado, en su toalla. Después, se quitó la camiseta y comenzó a darse crema, sin ninguna dificultad.

—Ya veo. Aunque creo que a tu hermano le vendría mejor algo de color que a ti, está tan blanco como la leche —bromeó Stiles, ganándose una falsa carcajada por parte del rubio.

—Muy gracioso. Pues que sepas que muchas chicas me encuentran irresistible.

—Eso será ahora que estás sin camiseta y, lo más increíble de todo, ¡sin bufanda! Estoy seguro de que estás sufriendo por ello.

—Eres un estúpido, Stiles. Me voy al agua con Scott y Allison, espero no ser un candelabro.

Stiles le iba a contestar, pero su amigo ya se estaba yendo. Sin embargo, al mismo tiempo, Lydia aparecía en cubierta, con una toalla y una camiseta que se iba quitando por el camino, quedando solamente en un bikini verde, a juego con sus ojos. Stiles tuvo que tragar saliva al ver a su novia así, estaba preciosa. Aunque aquello no era precisamente una novedad.

—Me encanta que hayan montado esto en la cubierta, adoro tomar el sol —comentó ella cuando llegó a su altura.

—Pues no se nota, Lyds —bromeó Kira—, estás igual de blanca que Isaac.

—Bueno, es que soy blanca de piel, milagros tampoco puedo hacer. —Las dos amigas rieron.

La mirada de Lydia se encontró con la de Stiles y, por un instante, contuvo la respiración. Stiles lo sabía, la conocía muy bien.

—Stiles, ¿me puedes echar crema? No quiero quemarme.

No dudó ni dos segundos en asentir e incorporarse en su toalla, donde Lydia se acababa de sentar, de espaldas a él. Stiles cogió un poco de crema y se la echó en sus manos para posteriormente extenderla en la espalda de Lydia. Lydia se estremeció un poco, no sabía si por el frío de la crema o por su propio tacto.

Cuando terminó de extender la crema por espalda de Lydia, ella se giró quedando frente a frente con Stiles. Sus miradas se enfrentaron, al mismo tiempo que Lydia tomaba el bote de crema de las manos de Stiles para echarse en sus manos. Lydia empezó a esparcirse la crema por sus brazos y sus hombros, para luego descender a la zona del escote, donde empezó a extender la crema con movimientos mucho más lentos que en las zonas anteriores.

A drop in the ocean || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora