07.

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Stiles se levantó animado ese día. No había ningún motivo en particular para ello, en principio, pero él estaba contento. Aunque puede que eso no fuera del todo verdad, puesto que sí que había algún motivo: la sed de venganza.

Podía parecer que la sed de venganza era algo un poco exagerado por su parte y la de Allison en cuanto a Lydia respecta, pero su odio injustificado sí que era exagerado, así que podría decirse que ella misma se lo había buscado.

Aún no sabían muy bien qué iban a hacer. Querían darle un escarmiento, por juzgar sin conocer -aunque a Stiles le sorprendería mucho si Lydia había llegado a conocer a alguien allí-, por las malas miradas y comentarios hacia ellos. Su odio había conseguido que los dos odiados unieran sus fuerzas contra ella y, como Allison había dicho explícitamente, ella nunca perdía.

Pero no solo estaba feliz por la venganza hacia la pelirroja, ni mucho menos. Hoy era un día especial en el barco, como el capitán había anunciado ayer: iban a tener una fiesta de bienvenida. No sabía muy bien en qué consistiría, pero, al fin y al cabo, una fiesta era una fiesta.

Así que Stiles se levantó de la cama temprano y se puso el uniforme rápidamente. Se dio cuenta -un poco tarde, todo sea dicho- de que era demasiado pronto, por lo que el servicio de cocina para desayunar no estaría listo. Pensó si debía volverse a la cama, pero no le gustó esa idea; ya no podría dormir aunque quisiera. Por ello, decidió que era un buen momento para tomar el aire.

Así que Stiles caminó por los interiores del barco hacia el comedor, donde había unas grandes escaleras que llevaban a la parte superior del Nemeton, la conocida zona común de la que muchos alumnos no habían salido desde el comienzo de la travesía. Pero Stiles no iba ahí, sino que abrió una de las puertas y notó un escalofrío al sentir el viento impactar contra su piel.

Stiles salió por la puerta y ya se encontraba en la cubierta del barco. La brisa del mar acariciaba su rostro, y cerró los ojos para sentir más el contacto. Era una sensación maravillosa.

Decidió acercarse más al mar, situándose en la barandilla para contemplarlo todo. Las aguas estaban en calma, tranquilas, completamente azules. Stiles habría jurado que nunca había visto un color del mar tan bonito en su vida.

—Impone, ¿verdad?

Stiles tuvo que agarrarse a la barandilla fuertemente para no caerse por la borda del susto. Se giró de golpe para ver quién era la persona despierta a estas horas, aparte de él: se trataba del chico moreno con facciones marcadas, del que de repente no parecía recordar su nombre.

—Bastante, la verdad —respondió Stiles, una vez recuperó la compostura—. Incluso podría decir que marea.

—Eso es a vosotros, a los que no habéis montado nunca en un barco. Yo estoy más que acostumbrado.

—¿Ah, sí? ¿Eres hijo del capitán o qué?

El chico se acercó a Stiles, posicionándose frente a él. Entonces negó con la cabeza.

—No, pero casi. —Stiles no comprendía nada, así que el chico se lo contó—: soy hijo de la doctora del barco, Melissa McCall.

—¡Scott! —gritó Stiles orgulloso, tras recordar el nombre del moreno, que le miraba con cara muy rara—. Lo siento, es que no recordaba tu nombre y al decir el apellido me ha venido a la mente.

Scott se echó a reír.

—Tranquilo, no pasa nada, es lógico olvidar nombres los primeros días —respondió una vez la risa cesó—, aunque yo diría que el tuyo es, cuanto menos, curioso. Stiles.

—Curioso, misterioso e intrigante, como yo —bromeó Stiles, causando de nuevo la risa de Scott—. Ahora en serio, ¿tu madre es la doctora? ¿Has entrado aquí con privilegios?

A drop in the ocean || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora