El agua se me salió por la nariz. Tuve que cubrirme la boca para no hacer un desastre. También había olvidado la cantidad.

—¿Siete mil...? —solté, estupefacta.

—Ni que fuera tanto —resopló Dash.

Lo miré con severidad.

—¡Eso es muchísimo para mí! —exclamé sin salir del asombro.

—Muchísimo fue que dejaras al mayor de los hermanos Cash con cara de ponchado —regodeó Dash, reprimiendo una enorme sonrisa.

—Nadie para de hablar de eso —añadió Artie en un tono más bajo.

—No han visto a Aegan desde anoche —continuó Dash.

—Lo avergonzaste tanto que quizás se cambió de instituto —agregó Artie.

—O está muy ocupado planeando cómo aplastarte —finalizó Dash con simpleza. Luego me miró con una ligera fascinación—. Acabas de cambiar las reglas del juego en todos los niveles.

Resoplé y jugué un poco con el puré. De repente había perdido el apetito. ¿Siete mil dólares? Jamás había ganado tanto...

—No hay ningún juego —expresé, negando con la cabeza.

—Todo con los Cash es un juego —advirtió Artie, muy segura—. Y solo hay un ganador.

—Bueno, pues ya era hora de que alguien les diera un empujoncito a la realidad, ¿no? —defendí—. Así de seguro entienden que no pueden tener su bota sobre todas las chicas. De hecho, sobre ninguna.

—Suenas heroica —dijo Artie con entusiasmo—. Me agrada mucho. Cualquiera en tu lugar estaría llorando.

—No me importa lo que pueda hacer Aegan —admití, encogiéndome de hombros—. Mi prioridad es ser muy buena en todas las clases, y lo seré aunque los Cash pongan mi nombre por el suelo.

—Pues habrá que esperar para ver...

Después de la comida fui a mi última clase con siete mil dólares en la mochila. Quería enviárselos a mamá, pero, ¿cómo le explicaba de dónde habían salido?

Bueno, mamá, mi vida social y mi reputación costaron siete mil dólares.

No. Se preocuparía, y entonces todo empeoraría. Debía pensar una mejor forma de hacérselos llegar, o una mentira para justificarlos.

La clase era la asignatura extra que había podido elegir a mi gusto. Fue fácil escogerla: literatura. El resto era pintura, música o manualidades, y yo no era buena en las artes plásticas.

Entré al aula con el enorme ventanal que daba hacia el campus y tomé asiento en una de las relucientes mesas. El flujo de estudiantes comenzó a llegar y un minuto después los asientos se llenaron.

—Buen día, soy la profesora Lauris y les doy la bienvenida a Literatura —saludó la profesora, una mujer alta, delgada y con cuello largo que me recordó a un cisne—. Lo primero que haremos será formar clubes de lectura. Los clubes de lectura cuentan con una distinta cantidad de miembros, pero en esta clase formaremos grupos de dos. A final de trimestre cada grupo escogerá un libro mientras que yo evaluaré las diversas opiniones de la pareja. La idea es analizar los distintos puntos de vista. Es decir que, si su compañero piensa que es azul, nos sorprenderemos al descubrir que para ustedes es amarillo. Escojan a una persona y cambien de mesa si es necesario.

No me había dado cuenta de lo extraña que era mi situación hasta que giré la cabeza y vi el asiento vacío a mi lado.

El salón se había llenado, pero nadie había escogido sentarse junto a mí, y ahora todos se movían de un lugar a otro ignorándome, evitando mi mirada, actuando como si ni de broma pensaran formar grupo conmigo.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Where stories live. Discover now