Capítulo 24. «Decisión definitiva»

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Al notar la tensión que se estaba formando entre los dos, Piperina trató de controlar el asunto, diciendo:

—Creo que tienes que explicarte mejor Ranik, dar a entender lo que te motiva a rechazar este viaje. Eso nos ayudaría mucho.

Ranik, que estaba siendo observado por todos, carraspeó. Le resultaba difícil sincerarse, tenía buenas razones para evadir aquel viaje pero, aparentemente, todos parecían dispuestos a ir y eso lo ponía en desventaja.

—Hay muchos peligros en las Islas de la Muerte, lo sabemos. Podría ser una trampa, también podríamos ir cualquier otro día sin arriesgarnos a que nuestros padres se preocupen por nosotros.

—Creo que el peligro lo vale —dijo Elena—. Mi familia ha luchado contra las brujas desde que tengo memoria, fuimos los primeros en prohibir el uso de magia en nuestra provincia, sino mal recuerdan. Sé lo peligrosas que las brujas pueden ser solas, ¿Y con un cetro?

—Mi familia también ha luchado con las brujas —regresó Harry. Él y Elena intercambiaron miradas, pero Harry no se inmutó y siguió hablando—: Es un gran peligro, lo puedo asegurar. A menos que tengamos un collar inhibidor cerca yo no me arriesgaría a ir a una isla tan peligrosa.

—Pues yo si —Amaris no parecía estar dentro de la conversación, pero seguro que había estado dándole su atención, tratando de tranquilizarse a sí misma y a las miles de sensaciones en su interior, las cuales, de alguna forma, le hacían sentir que el viaje los beneficiaría—. Siento que nos irá bien, es como si la misma Luna me lo estuviera asegurando en estos momentos. Además, ¿No prometimos que intentaríamos detenerla?

—Lo hicimos —devolvió Ranik—. Y mi promesa sigue vigente, pero no podemos hacerlo sino avanzamos con cuidado.

—Sé que hay algo más que no me estás diciendo —lo retó Amaris, a la cual su tono cada vez sonaba más y más afilado—. ¿Cómo quieres que te sigamos sino eres honesto? Creí que confiabas en nosotros.

Ranik bufó, molestia brillando en sus ojos azules. Tenía la mandíbula apretada, trataba de contener todas esas cosas que quería decir acerca de los últimos días.

Por un lado temía perder tanto Amaris como a Piperina, pero también seguía en su mente la conversación que había tenido con su padre hacía solo minutos. Había sido cruel, irracional, y le había exigió a Ranik hacer algo que ni siquiera se atrevía a recordar.

Pero no dijo nada. Se contuvo, solo dejando salir su obvia ira ante los ojos de los demás, y dijo:

—¡Lo noté! He visto las marcas que tienes en las muñecas —se acercó a ella, tomando su mano entre las suyas para alzarla y enseñarla a los demás—. Sé mucho acerca de los sacrificios de sangre. Te hacen más poderoso, te ayudan a controlarte y tener equilibrio por un tiempo, pero, en exceso, puede volverse una adicción. No eres tú haciendo esto, ni lo serás si lo sigues haciendo.

—Sólo han sido dos veces —respondió Amaris—. Dos cicatrices, dos veces.

—¿En cuánto tiempo? Ni siquiera ha pasado una semana. Pero... —Ranik trató de controlarse y regular su respiración—. No seré yo el que decida sobre este viaje. De ahora en adelante se hará equitativamente, por medio de una votación, una justa votación. Mi voto es no.

—Tanto Hiden como yo no podemos votar —dijo Iben, decaído por la idea de no poder ayudar a sus amigos—. Nuestros hermanos acaban de tener a su primer hijo hace unos dias, tenemos que quedarnos para su ceremonia de nombramiento.

—¿Y no tendrían que ir todos a esta ceremonia de nombramiento? —preguntó Elena.

—No. Esta ceremonia no será completamente oficial, la oficial se hará al regresar el reino.

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