Prólogo

496 33 20
                                    


– Abuelita, ¿a qué hora vienen mi papá y mi mamá? – preguntó mi pequeña Alexa.

– Volverán luego mi amor. Tuvieron que salir a una reunión de trabajo, pero regresarán pronto.

– Yo quiero que vuelvan ahora – mi pequeño Alexander era el más exigente de los dos.

Amo a mis dos nietos, son la alegría de mis ojos.

– Ya regresarán y ustedes tienen que dormir. No es hora para que unos niños tan bellos sigan despiertos.

– No quiero dormir, no tengo sueño – dijo mi niño.

– Abuelita cuéntanos una historia. Si nos cuentas una nos dormiremos, ¿sí? – hizo pucheritos con esos grandes cachetitos que tiene mi pequeña Alexa.

– Si abuelita, cuéntanos una historia. Prometemos que, si nos cuentas una nos iremos a dormir – se le unía Alexander a su melliza, haciendo también un puchero.

Ante tanto encanto no podía negarme, sabían muy bien como convencer a los demás, los había visto hacerlo con sus tíos. Ya me imaginaba como serian de grandes, tienen un encanto que muy difícilmente alguien le pudiera dar un no como respuesta ante una petición suya.

– Ustedes son mi debilidad, no les puedo decir que no. Pero prométanme que se irán a dormir ni bien termine, ¿de acuerdo? – ambos asintieron felices.

– Si abuelita, lo prometemos – dicen ambos al mismo tiempo.

– Creeré en ustedes mis niños. Que les gustaría, ¿Caperucita roja? ¿Cenicienta? ¿Alibaba y los 40 ladrones? ¿Aladdín? ¿La bella y la bestia? ¿Blancanieves? – pregunté leyendo los títulos de todos los cuentos que estaban a mi alcance.

– No, ya nos sabemos esos abuelita. Queremos una nueva, cuéntanos una nueva – mencionó Alexander.

– ¿Una nueva? – dije mientras me sentaba en el pequeño y cómodo sillón color café, ambos asintieron.

– Déjenme hacer memoria mis niños.

Mi memoria a mi edad había empeorado, tampoco es que sea mala por completo, pero atrás quedaron esos años de juventud donde podía recordar cada detalle sin esfuerzo alguno.

– Esta bien mis niños, les contaré una historia que sucedió hace mucho, mucho tiempo, puede que no sea la típica historia que están acostumbrados de escuchar, pero es parte de nuestra historia familiar.

– Que bueno, ya estaba cansado de todos esos cuentos de niños.

– Pero si tú eres un niño, cariño.

– Pero ya no me gustan.

Mi pequeño Alexander era igual, pero a la vez tan diferente a su hermana, no sabía a quien había sacado ese carácter, podía ser demandante en algunas ocasiones, sin embargo, no dejaba de ser un niño dulce, aunque con muy pocas personas mostraba ese lado.

– Entonces, puede que la siguiente historia no sea tan ajena a sus gustos.

– ¡Sííí!

Amor en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora