—Al principio vine al lado de mi hermano porque no tenía a dónde ir. Ya todos deben saber lo que sucedió —hizo una mueca—. Pero luego de saber los planes que él tenía para la gente del Dragón Dorado, decidí comunicarme con ustedes para detener esto. Mi hermano consiguió mucha ventaja en este tiempo, así que habría sido un suicidio atacar sin pensarlo. Creo que es mejor así, atacar desde su círculo de aliados.

—Quería usarnos para los experimentos, ¿verdad? —Preguntó con una voz firme.

—Es extraño que preguntes algo tan obvio —ladeó su boca con aflicción.

—Entonces... —tragó en seco, dudando—, ¿por qué decidiste ser parte del experimento de tu hermano? ¿Querías protegernos? Sabes que muchos murieron de todas formas, ¿de qué sirvió hacer...?

—Si no se hacía nada, muchos más iban a morir siendo sujetos de prueba. Y creo que sabes muy bien que no solo serían miembros de la mafia, ¿o no? —Lo interrumpió—. Hice lo que pude, hubo muertes que no logré evitar —dijo eso con una voz más baja y se dio la vuelta para volver a caminar—. Quédense aquí, esperen mi señal.


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—Joven Jihyun, hay un grupo de personas acercándose allá afuera. No sabemos aún cuántos son, pero claramente no son de los nuestros —habló un hombre—. ¿Aviso a las fuerzas de seguridad para que actúen?

Aquel chico de cabello negro con puntas rojas se encontraba leyendo muchos papeles sobre el escritorio, registros provenientes de aquel baúl que habían hallado ese día en el que tomaron la sede de Daegu del Dragón Dorado. Estos se encontraban llenos de datos acerca del experimento. Sin embargo, siempre parecía faltar algo. Lo más importante. A pesar de todo, Jihyun no podía ni pensar con claridad, tenía la mente en otra cosa. Recordaba cómo su hermano mayor lo había abrazado con una ternura y con un cariño que llegó a adormecer sus sentidos. Jamás había sentido algo así, desconocía las muestras de afecto. Y ahora más que nunca, se sentía vulnerable ante Jimin. Le había confesado su más tortuoso secreto, ese que prometió llevarse a la tumba...

Habían estado a alerta durante algunas horas, esperando saber de qué se trataban esos movimientos afuera del lugar. Ahora sabían que un grupo de personas se encontraba allí, tal vez listo para enfrentarlos. Jihyun sonrió con descaro, esos tipos sabían lo que tenían que hacer, estaban allí con un plan en mente. Ese era el miedo del jovencito Park: que se unieran entre ellos para deshacerse de él. Los Jeon y los Min resultaron ser unos cobardes que decidieron cuidarse sus propios traseros y no apoyar sus planes. Lamentablemente, sus intenciones de asesinar a todo miembro de la mafia no habían sido suficientes. De alguna u otra forma, Dragón Dorado pudo reunirse a pesar de haber hecho todo lo posible para separarlos. ¿Cómo sabían que Jihyun estaba allí? ¿Quién se lo dijo?

—Disculpe —dijo el hombre otra vez, carraspeando—. ¿Cuál es su decisión?

Jihyun regresó de sus pensamientos, dándose cuenta de que debía tomar acciones.

—Haz lo que te parezca necesario —respondió, levantándose del asiento y dejando todo desparramado sobre el escritorio—. ¿Jimin ya está en la sala de intervención?

Justo antes de que la otra persona respondiera a su pregunta, aquel joven de cabello rosa pastel del cual Jihyun hablaba, se apareció en la sala, observándolo con atención. Jimin esperaba que no sospechara nada de él, por lo que procuró hacer una expresión bastante seria, como si algo malo pasara.

—Es el Dragón Dorado, hermano.

—¡Lo sabía! —Chasqueó su lengua—. Hay que hacer la intervención antes de que algo malo suceda, ¡vamos!

Pinky Hair Boy - YoonMin [+18] EN FÍSICO DISPONIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora