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 Pat cada vez tenía mejores acercamientos con Alicia

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 Pat cada vez tenía mejores acercamientos con Alicia. Mientras yo practicaba extender mi zona-cuerpo él procuraba disminuir su zona-Alicia. Decía que ya comían juntos en el almuerzo, claro, en silencio, ella leía un libro y él usaba su teléfono celular.

 Cuando llegaban se saludaban y cuando se marchaban se despedían, pero según él no había necesidad de más palabras porque no necesitaban nada más, cada uno lo que quería era una persona al lado.

—Además nunca se fijará en mí, Clay —protestó cruzándose de brazos y sentándose a mi lado, apoyando la espalda en mi lapida—. No soy apuesto y no sé cómo quebrar el hielo.

—Sí que eres apuesto —reprochó Bianca, dándole con la mano un empujón cariñoso—. Tal vez si te quitaras el cabello de la cara se vería mejor tu bello rostro, no seas tímido, no tienes nada que ocultar —concluyó levantándole el fleco y sonriendo, el ojo siempre cubierto de Pat la escudriñó.

—A mí me gusta mi fleco.

—Pues... eres el único, hombre —opinó Eddie.

Cuando él no daba clases no se comportaba de un modo maduro, erudito y comprensible, sino que revelaba lo que él era realmente: alguien que se burlaba de todo. Pat lo pensó.

Era de noche, Pat estaba en el cementerio para luchar contra su miedo a la oscuridad, tenía una linterna y susurraba para que el vigilante no lo cogiera. Estaba un poco más ojeroso por no dormir en las noches, pero cuando le había propuesto que se quedara en su casa a descansar como toda persona viva se negó rotundamente, me dijo que pocas veces se había divertido tanto.

—Tengo una idea —dijo Bianca abanicando con la mano su sangriento vestido como si pudiera secarse—. Pero para eso debemos salir de aquí.

Sonreí, ya sabía lo que se proponía. 

Los colores del chico invisibleWhere stories live. Discover now