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 Me detuve cuando creí que no lo lograría

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 Me detuve cuando creí que no lo lograría. Joder, no lo haría. El sol estaba en el cielo y no sabía dónde me encontraba.

 Regla número trece: Puedes correr para siempre pero no te sirve de nada si le tienes pánico a la distancia.

 Me senté en el bordillo de una casa. Había ido hacia ese barrio como si fuera un metal atraído por un imán. La fobia de hallarme apartado de mi cuerpo floreció como las hormonas florecían en el cuerpo de un púbero, quería volver en mis pasos, encogerme e ignorar todo alrededor. Tenía que luchar contra el miedo, acostumbrarme o todo habría sido en vano.

—Vamos, Clay, si tu pudiste enfrentar a matones para ayudar a Pat puedes con esto —inflé mis mejillas de aire y luego lo solté.

El barrio era tranquilo como el correr de la sangre, había niños patinando en la calle o jugando hockey. Los árboles proyectaban sombras de aspecto fresco en la acera, olía a galletas horneadas y chocolate. Observé la casa que estaba tras mi espalda, contaba con dos niveles, tenía un porche con plantas exuberantes, mecedoras de mimbre, una mesa de té y un jardín lozano.

Lozano. Sonreí porque todavía recordaba palabras sofisticadas. Clay sin ton era alguien que jamás perdía su estilo. Me preguntaba cómo demonios Alicia había tenido la nota más alta del cole si me tenía a mí como competencia.

Me puse de pie y me dirigí hacia lo que supuse era el camino de regreso a mi zona-cuerpo, cantando Girls Just want have to fun para calmarme y apaciguar el miedo.

—Regreso a casa con la luz de la mañana. Mi madre dice: ¿Cuándo vas a vivir bien tu vida?. Oh, madre, querida, no somos las afortunadas. Y las chicas, ellas quieren divertirse. Oh, las chicas sólo quieren PERO QUE MIERDA. 

Pat, cargaba un ramo de margaritas en sus manos, estaba vestido con su ropa negra sólo que es esa ocasión calzaba unas botas militares como si quisiera aparentar formalidad. No me vio plantado en medio de la calle. Se dirigió a la casa de dos plantas, tocó la puerta, aguardó unos segundos y una mujer atendió.

Era mi madre. 

Los colores del chico invisibleWhere stories live. Discover now