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 El sol estaba naciendo en el horizonte y teñía el cementerio de un acogedor color dorado y la frondosidad verde de los árboles de una tonalidad casi metalizada

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 El sol estaba naciendo en el horizonte y teñía el cementerio de un acogedor color dorado y la frondosidad verde de los árboles de una tonalidad casi metalizada. Me encontraba en posición de meditación, jugando con M.D, tratando de construirle una corona de flores mientras pensaba en cómo ayudaría a mi hermana y madre.

Primero debía saber cómo marchaban todos los asuntos en su vida para actuar. Lo principal era vigilarlas y eso lo lograría extendiendo mi zona-cuerpo. Por otra parte, Alicia ahora no tenía novio ni mejor amigo, tal vez podía conseguirle uno, pero no sé me ocurría la manera de hallar el candidato perfecto.

Si alguna de ellas hubiera muerto, me habría destrozado, habría sido como despertar una mañana con un pedazo menos de mi conciencia, como pasaba ahora.

Le coloqué a Mindy Dindy su tiara de margaritas marchitas.

—¡Ahí tienes Mindy Dindy, eres la reina de esta estación, cualquiera que sea!

—Mamá —me llamó mordiéndose la mano, tratando de contener una risa babosa.

—Emm... luego trabajaremos en eso.

Una rama crujió, alcé la vista. Era Pat, pero me costó reconocerlo por dos razones.

Estaba profundamente golpeado, con moretones oscuros, morados, verdes y amarillos contorneando sus rasgos e hinchándole el puente de la nariz, ni siquiera su flequillo de cortina podía ocultarlo. Le habían dado una paliza de las buenas y más de una persona.

La segunda razón era que tenía un halo de color sobre la cara.

Los colores del chico invisibleTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon