Capítulo 12

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Sinceramente estaba bastante nerviosa, cosa que no era muy habitual en mi. Se me pasaban miles de posibles conversaciones posibles por la cabeza y cien mil preguntas que quería hacerle y no estaba segura de poder formular.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di ni cuenta de la cantidad de escaleras que habíamos subido hasta que el fuerte chirriar de una puerta metálica me hizo llevarme las manos a los oídos y miré hacia abajo por el hueco de la escalera. As me miró un momento y me hizo un gesto para que pasara, me paré un momento para ponerme la cazadora que me había dado mi padre y que me había quitado al entrar en el centro, ya que hoy, en teoría, era un día más o menos caluroso, pero yo lo único que sentía, era que el frío de mi cuerpo disminuía ligeramente. Una vez me hube puesto la cazadora salí y me quedé observando aquel lugar, el cual nada más verlo supe que iba a pasar bastantes ratos allí arriba. El sitio estaba repleto de plantas altas y bajas, enredaderas subían alrededor de la puerta con sus espinas y sus espléndidas flores, las plantas estaban colocadas de tal manera que dejabas caminos rellenados de tierra, de forma que no se veía el asfalto. Había plantas con flor y sin flor, incluso había árboles que daban frutos, se habían colocado sillones, mesitas y sillas debajo de los árboles más altos, de forma que estaban a la sombra y quedaba un sitio espléndido para pasar el rato.

Una mano colocada en la parte baja de mi espalda me hizo dar un salto y salir de mi trance. As se separó de mi rápidamente como si le quemara, nos quedamos mirando durante un buen rato, aquello parecía un enfrentamiento de miradas, hasta que yo aparté la vista y miré al cielo, estaba despejado, no se veía una sola nube.

-¿Nos sentamos?

No respondí, simplemente asentí con la cabeza, no me salían las palabras.

-¿Quieres algo de beber?- preguntó señalando hacía una máquina expendedora, que había en la esquina derecha de al lado de la puerta, yo reparé en ella por primera vez y volví a asentir, me sentía una boba asintiendo todo el rato y más diciendo que sí a lago que no estaba segura de poder tomarme, pero iba a tener que acostumbrarme, ya que en la cafetería tendríamos que fingir que comíamos y bebíamos.

As se acercó hasta allí mientras yo me sentaba en uno de los sillones y lo observaba, por primera vez reparé en bastantes cosas que antes no me había fijado así que lo observé atentamente, era bastante alto, más alto que yo, su pelo era de un castaño claro que contrastaba con sus ojos rojos y llamaba mucho la atención, su espalda era como la de un nadador, ancha y con los músculos bien definidos que se le marcaban a través de la camiseta blanca que llevaba, sus brazos eran anchos y fuertes, seguramente sería capaz de levantar aquella máquina expendedora sin ningún esfuerzo, sus piernas estaban musculadas y bien trabajadas, llevaba unas bermudas que las dejaban ver perfectamente, y no me cabía la menor duda de que debía de tener un vientre bien definido y unos abdominales bien marcados, justo en ese momento se dio la vuelta y confirmé lo que pensaba, subí mi mirada hasta clavarla en su rostro, su rostro era bastante rectangular, su mandíbula estaba bien definida, tenía una nariz chata y los ojos algo hundidos, se notaba que llevaba un tiempo sin dormir bien o sin dormir por los surcos negros que había debajo de sus ojos, pero que le daban un aire bastante interesante. Su pelo estaba peinado hacia arriba, como lo llevaban prácticamente todos los adolescentes hoy en día.

Cuando llegó junto a mi yo seguía observándolo, dejó una botella de agua encima de la mesa y abrió una lata de refresco y se la llevó a los labios, los cuales eran finos y carnosos, dio un trago y se dirigió a mi.

-Te recomiendo coger agua en la cafetería y en cualquier parte a la que vallas, es lo único que no sabe a nada y no te va a costar tragar- dijo mientras me observaba como debía de estar haciéndolo yo hace un segundo, me escrutaba con la mirada, me analizaba cuidadosamente y yo seguía mirándolo, pero esta vez nerviosa por tener su mirada tan penetrante encima, ahora entendía a la gente que se ponía nerviosa cuando yo la miraba detenidamente. Se sentó en el sillón que quedaba enfrente de mí y se dispuso a hablar, pero yo le corté, no quería que él hablara, estaba segura que con lo nerviosa que estaba, que si lo escuchaba hablar me estremecería al segundo y no quería mostrar ni el mínimo síntoma de debilidad ante él, era, supuestamente, la raza con la que me tendría que enfrentar seguramente en un futuro.

Lo que nunca sabrás (editando)Where stories live. Discover now