11.- Los Juegos -Días 6--10: Alianza

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Empleando sus últimas fuerzas, Yuuri consigue llevar a un inconsciente Minami de vuelta a su refugio, donde el agotamiento se sobrepone al dolor ocasionado por las quemaduras y se adormece por un tiempo indefinido.

Su cansancio va más allá de lo físico, está a punto de derrumbarse. Los ataques de los otros tributos, las pesadillas, las heridas recibidas y ahora, el recordatorio de que los Vigilantes podían acabar con él en cualquier segundo si así lo deseaban, eran mucho más de lo que podía soportar. Sólo existían dos maneras en que podía ponerle fin a aquel sufrimiento; la primera, que consiguiera ganar los Juegos, aniquilando a los tributos restantes, o bien, dejar que otro de sus competidores terminara con su vida. Y dados quienes quedaban, supondría una dolorosa tortura, por lo que, replantando el punto anterior, lo más conveniente sería que les ahorrara el trabajo y que se...

Se estremece al sólo contemplar la posibilidad. Ya había ocurrido algunas veces a lo largo de los años, tributos desesperados que preferían morir por su propia mano a ser víctimas de los demás, de los mutantes o de las trampas de los Vigilantes. En una ocasión, una chica enloqueció tras asfixiar a otra. Una vez que fue consciente de lo que acababa de hacer, improvisó una cuerda y se ahorcó. Fue lo bastante afortunada como para que nada se interpusiera en su muerte. Dado que la diversión para la gente del Capitolio radicaba en ver cómo los tributos se mataban unos a otros, los Vigilantes permanecían al acecho para frustrar los intentos de los suicidas. Tal vez, si era prudente, pudiera hacer algo antes que lo detuvieran.

Aún desmayado, Minami jadeó pesadamente, luchando por compensar todo el aire que perdió en el incendio. Yuuri, que había estado tumbado a su lado, se giró con dificultad para contemplarlo. Con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo, luce menor a sus quince años.

La imagen del chico rubio inmóvil remueve algo en su interior. De pronto ya no está en los Juegos del Hambre, sino afuera de su casa en un día lluvioso, con un inconsciente Yuri Plisetsky.

Rememora a Yuri y sus palabras de despedida. Lo obligó a prometer que ganaría con una gran vehemencia, como si lo creyera capaz de lograrlo. Pensándolo mejor, el rubio siempre le recriminó su debilidad y su falta de confianza. ¿Qué le diría si lo viera ahora, a punto de darse por vencido? Seguro le gritaría y lo regañaría, y por algún motivo, visualizarlo así lo hace sonreír.

También termina por recordar las palabras de Lilia en su viaje de ida al Capitolio, ¿se arrepentía de ofrecerse en lugar de Viktor?

"No, es de las pocas cosas que no cambiaría..." deja escapar un suspiro, y su mente decide sabotearlo, reviviendo parte de la pesadilla en que el joven de cabellos plateados lo recibe tras resultar vencedor con fingido entusiasmo. Sacude la cabeza enérgicamente y experimenta un intenso mareo y una punzada de dolor a raíz de las quemaduras en su rostro.

Echa un vistazo a Minami, quien sigue desmayado. Su respiración es lenta y constante y al igual que él, fue afectado por las llamas. En el hombro tiene una quemadura especialmente severa.

Probablemente, si fuera un tributo astuto determinado a hacer todo con tal de coronarse vencedor, tomaría la oportunidad para librarse de una potencial amenaza y aumentar sus posibilidades de ganar, pero como sólo es Yuuri, le resulta imposible; sobre todo porque de hecho llegó a conocer a Minami y a hablar con él. Vuelve a suspirar.

-¿Qué se supone que haga contigo?

Pese a que sigue inconsciente, la expresión del rubio se relaja hasta casi formar una sonrisa.

***

Dedica el resto del día y el siguiente a tratar de recuperarse.

Por suerte el estanque está intacto, lo que es excelente porque está seguro que como mínimo tiene un cierto grado de deshidratación; además de que el agua fresca le ayudará a tratar sus quemaduras en primera instancia.

What could have been and never wasWhere stories live. Discover now