Cicatrices

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Se desperezó por enésima vez y decidió que ya era hora de levantarse. No era plan de llegar a clase tarde el primer día de instituto. Quería impresionar, una vez más, a toda persona que se cruzara con él. Quería que todos supieran que él era el que mandaba allí. El del mejor equipo de todo el país, el de la novia más guapa, el de la mejor familia. Todos sabían quien era él, y eso le enorgullecía.

Trás ducharse y vestirse, bajó a desayunar a la cocina, en la que su padre leía el periódico mientras su madre tomaba café cuál descosida. Pocas palabras, sus padres intentaban ignorar el terrible drama familiar, pero él no era capaz, veía cada mañana ese taburete vacío junto al suyo, esa taza vacía, su habitación convertida ahora en un trastero, quería a sus padres, pero no podía ignorar un hecho así, que a ellos no parecía quitarles el sueño.

-Me voy, que Mona me está esperando.-Sus últimas palabras antes de abrir la puerta y marcharse. Atravesó el jardín, y en la valla blanca de la entrada estaba ella apoyada. Pelo rubio platino hasta la cintura, ojos de un azul cielo envidiable, labios rosados y tez morena. Cuerpo perfecto, sí, ella era perfecta para él. La capitana de las animadoras está destinada a estar con el capitán del equipo. Primera ley del instituto. La rubia se colgó de su cuello y le aprisionó los labios con un beso arroyador, mientras las manos de él bajaban por su cintura hasta llegar a su mini-falda de tablas. Definitivamente, estaba encantado de tener a ese culito a su lado.

º º º º º

El despertador retumbaba en sus oídos, sus ojos se negaban a abrirse y el cuerpo no respondía las órdenes que su cerebro le mandaba. No debió salir anoche, Caleb la acababa convenciendo siempre, pero eso se tenía que acabar, no podía salir de casa a las cinco de la mañana el día antes del comienzo de las clases, solo porque su amigo quisiera echar un piti en el jardín.No. No volvería a ocurrir.

-¡Katherine, hija! Levántate, que hoy es el primer día del curso y querrás causar buena impresión. Te podrías poner un vestido de tu hermana, seguro que así llamas la atención de todos los chicos.

-¡Te he dicho mil veces que no me llames así! ¡Sabes que odio que me digan mi nombre! Y en cuanto al vestido, yo visto como yo quiero, y no necesito causar impresión. De eso ya se ocupó tu hija perfecta en su etapa de instituto.-Saltó de la cama de un brinco y se metió en la ducha antes de oír las réplicas de su madre. Siempre la había odiado, a ella y a toda su familia, no soportaba que ellos sólo toleraran lo perfecto, y ella, desde luego que no era para nada como quisieran.

Trás secarse el oscuro cabello con mechas, se vistió con unos shorts oscuros, una camiseta negra y sus Dr. Martens de punta de acero. Adoraba esas botas. Con negro, oscureció sus ojos y prolongó la línea, se colocó el piercing en la nariz y el collar de cuero gastado. Quedaba un cuarto de hora para que comenzaran las clases, cogió su mochila y salió disparada por la puerta de entrada. Odiaba esa urbanización, las típicas casas blancas, con jardines verdes y vallas perfectamente pintadas. Donde vivían las familias felices y perfectas con sus coches de marca y sus perros pedigrí. No soportaba vivir en un barrio en el que parecía que siempre tenías que ir sonriendo y perfectamente acicalado. Lo que más odiaba, era que sus amigos vivían lejos, y estaba rodeada de jugadores de fútbol americano y animadoras con sus perfectos hermanos. Tenía asumido que no tenía más remedio que vivir allí, al menos hasta que cumpliera los dieciocho el próximo año. Siguió caminando unos diez minutos hasta llegar a su instituto.

Atravesó la gran puerta de barrotes de hierro, nada había cambiado desde el año pasado. Los diferentes grupos de estudiantes se seguían agrupando en los mismos sitios, la gran explanada de hierba que rodeaba el inmenso edificio seguía verde como en los primeros días de la Primavera, y en lo alto de éste, ondeaban las banderas empujadas por una suave brisa. Y pensar que ese lugar tan idílico, era su cárcel día tras día...

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