Capítulo seis.

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Sergio contemplaba con una sonrisa a aquellas dos chicas. ¡Eran tan diferentes! Rió ante la ocurrencia de una de ellas. Laia era la chica perfecta, pero Alex no tenía nada que envidiarle: él y muchos de sus compañeros habían decidido hace un tiempo que la perfección era poco para ella. Al otro lado de la mesa, Laia hablaba sobre la fiesta de bienvenida intentando convencer a Alex de que los acompañara, mientras esta negaba con la cabeza. Un cuarto de hora después, consiguió que esta aceptara a regañadientes. Tras esto, Sergio y Laia empezaron a conversar animadamente, Alex, de reojo, se observaba en uno de los cristales del comedor. El odio apareció en sus oscuros ojos. Ella no era bonita, ni siquiera se molestaba en intentarlo. Ella, al principio, no se odiaba, pero, con el tiempo, él la hizo odiarse. Los recuerdos la golpeaban tan fuerte que tuvo que ponerse de nuevo su tan odiada, y a la vez amada, coraza. Sergio, al darse cuenta de lo que estaba pasando por la cabeza de su mejor amiga, hizo un seña a Laia y, casi como si lo hubieran ensayado, se levantaron y abrazaron a aquella pequeña muchacha. Alex hizo una mueca que los convenció de que todo estaba bien. Una vez acabaron de comer, Laia arrastró a Alex hasta su habitación, mientras se despedían de Sergio diciendo que más tarde se verían, que ellas debían arreglarse. Él, observando la pequeña escena, empezó a reír a carcajadas. Cuando las chicas desaparecieron de su vista, volvió, aún riendo, a su habitación.

En el momento que Alex cruzó el umbral, Laia salió disparada hacia su armario.

-Pruebate esto -gritaba Laia tirándole un ceñido vestido que ella devolvió al segundo.

-¿Te has vuelto loca? ¡No voy a ponerme eso en la primera fiesta del campus! -gritaba aún más alto Alex

Empezaron a reír como si la vida les fuese en ello. Laia, observandola, entendió que Alex, no se sentía cómoda en ella misma, quizá la había presionado demasiado: mejor iría poco a poco. Sonrió y abrazó a su mejor amiga.

-¿Y si probamos con otra cosa? -le preguntó amablemente.

Alex asintió y se sentó en la cama esperando a que Laia le pasara otro conjunto. Minutos más tarde ya estaba elegido. Mientras Alex se dirigía a su baño para vestirse, Laia cogía un provocativo vestido blanco y se dirigía al otro baño.

Alex cerró la puerta con pestillo. Dejó caer su ropa sobre el frío suelo blanco y negro que le recordaba a un tablero de ajedrez, a la vez que recogía su largo cabello en una coleta alta para vestirse más cómoda. Se colocó la blusa negra que dejaba al descubierto un perfecto escote de quinceañera, seguidamente, se metió en sus ajustados shorts blancos, metiendo la blusa por dentro. Se miró al espejo. Al sentir sus ojos sobre su reflejo, el odio apareció de nuevo. La voz de Laia la hizo salir de baño. Esta, al ver a su amiga, sonrió. Haciéndole gestos para que se sentara en la silla que tenía delante, se acercó a ella. Alex se sentó obediente. Notó las hábiles manos de Laia deshaciendo su coleta provocando que su larga cabellera le cayera por los hombros. Planchó su oscuro cabello hasta convertirlo en un cascada tan oscura como la noche. Laia, con sumo cuidado, tomó un mechón del pelo de Alex y, con un estratégico giro de la plancha, hizo caer un tirabuzón negro que les recordó a un tornado a medio comenzar. Laia se apartó de la silla y dio la vuelta, colocándose frente a su mejor amiga, observándola con sus enormes e hipnotizantes ojos verdes. Estaba preciosa. Alex sonrió y, descalza, pasó por el lado de Laia dirigiéndose hacia el armario para coger un par de manoletinas negras, pero esta, la cogió del brazo deteniéndola.

-Ni se te ocurra, Alex -sonrió Laia.

Se acercó y cogió unos tacones negros. Alex negó con la cabeza, pero ella no se iba a dar por vencida: movía tentadoramente el par de tacones indicando que podía cogerlos en cualquier momento. Alex soltó una carcajada.

-Está bien, Laia -sonrió.

Alex se apoyó en ella para subir a aquellos tacones. Laia observó aquel momento con toda la ternura del mundo. Alex se soltó y dio un par de pasos para comprobar que estaba estable. La miró con sus intensos ojos marrones y deslumbró una de sus mejores sonrisas. 'Pobre del que se maté en esa curva', pensaba Laia contemplando la sonrisa de aquella chica de ojos marrones. El timbre sonó y ella salió disparada a abrir mientras Alex se quedaba allí plantada riendo. Un chico morenoo, tal vez del mismo lugar que Laia, le tendía el brazo. Ella lo aceptó. Alex observaba la escena, sin darse cuenta de que, a metros de ella, tenía a un increíble chico con los ojos más bonitos del mundo. Él se quedó sin habla al contemplar a aquella chica de ensueño. Recorrió con sus cálidos ojos azules su cuerpo: desde las más provocativas piernas, hasta los más sensuales ojos. Tragó saliva.

-Estás preciosa.

Alexandra, al escuchar la voz de su mejor amigo, se ruborizó. Se sentía desnuda. Él rió y la abrazó por la espalda. El cuerpo de Alex se tensó, pero tras sentir el fuerte agarre de su mejor amigo, se tranquilizó. Lo cogió por el brazo y caminó junto a Laia y a su extraño acompañante hasta la fiesta.

La música sonaba a todo volumen. Ella, dejándose llevar por aquella melodía empezó a bailar. Sergio la siguió. Alex desprendía tanta vida, que nadie imaginaría su pasado. Él, a causa del exceso de gritos, salió a tomar aire. Minutos después, alguien volvió a colocar las manos en sus caderas, eran tan suaves y cálidas que se giró esperando abrazar a su mejor amigo. Qué sorpresa la suya cuando se topó con aquellos ojos verdes.

Una sonrisa más, Alex.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora