Prólogo

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El joven avanzaba por la estación, buscando con la mirada a su padre mientras empujaba el carrito con todo su equipaje. A primera vista, parecía que llevaba allí todas sus pertenencias, pero no era así, la mayoría de las cosas que llevaba eran regalos que había comprado para su familia o, mejor dicho, para los pequeños de su familia.

Al igual que el año anterior, su padre lo esperaba sentado sobre un banco, junto a su madre, que al verlo se levantó y corrió hacia él. James, tras detener el carrito, la abrazó con fuerza, mientras ella no paraba de repetirle al oído lo mucho que le había echado de menos. Era normal, él también les había echado de menos, solo podía verlos unas pocas veces al año, y el año anterior no había podido quedarse mucho tiempo por su trabajo.

—Mamá, venga, suéltame, tenéis que ayudarme a llevarlo todo a casa.

—O podrías no traer tantas cosas —replicó su padre, acercándose a él.

—¿Entonces qué gracia tendría que vinieseis a recogerme? Venga, vamos, tengo que vaciaros la cocina.

No lo decía en broma, después de tantas horas viajando, siempre tenía la necesidad de comer algo, aunque lo hubiese hecho en el avión. Pero eso no era culpa suya, o al menos eso decía él, era culpa de los Weasley, que tenían un gran apetito, aunque no era para menos, su abuela Molly siempre cocinaba tanta comida que era imposible acabarla toda sin sentirse saciado para una semana entera.

—¿Qué tal está Rachel? —preguntó su madre mientras caminaban por la calle, cargados con el equipaje del joven.

—¿Rachel? Oh, supongo que bien, corté con ella hace un par de semanas —respondió James con total naturalidad, como si aquello fuese lo más normal.

Y lamentablemente para toda su familia, era así, al menos hasta que conoció a Rachel. Era la chica con la que más tiempo había estado, aunque jamás la habían conocido en persona.

—¿Qué ha pasado?

—Cosas, pero seguimos siendo amigos, no os preocupéis.

Pero sus padres sí lo hicieron, James lo veía en sus miradas. Siempre se preocupaban, sobre todo en todo lo relacionado con sus relaciones. No era una novedad que James cortase con sus novias, había tenido muchas y no solía estar mucho tiempo con ellas, pero Rachel era diferente. James y ella habían estado juntos dos años, al menos hasta hace dos semanas.

Ninguno de sus padres le preguntó más sobre el tema, los tres sabían que esa tarea la llevaría a cabo su abuela Molly, que todavía no entendía por qué su nieto no asentaba la cabeza con nadie. La anciana lo conocía lo suficientemente bien como para saber que no era igual que su tío Charlie, y tampoco se parecía al resto de sus primos, la mayoría de ellos casados y con hijos. En realidad, James no se parecía a nadie, James simplemente era James.

—Tu abuela está esperándonos en la Madriguera, van a ir casi todos. ¿Sabes qué Lucy está embarazada?

James negó con la cabeza, mientras esperaba pacientemente a que su padre abriese la puerta de la casa. Aquello era casi un ritual desde que se fue de Inglaterra. Sus padres le recogían en la estación, le preguntaban por su pareja y, al llegar a la puerta de la casa de Grimmauld Place, le decían que alguno de sus primos iba a ser padre o le hablaban sobre alguno de los niños, esperando despertar en él algún sentimiento paternal o, al menos, ganas de sentar la cabeza, pero era evidente que siempre fracasaban.

Tras dejar el equipaje en la entrada de la casa, el muchacho hizo un hechizo reductor a todos los regalos que había comprado y se los metió en el bolsillo.

Papá por sorpresaМесто, где живут истории. Откройте их для себя