16. Discreta

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La discreción era algo vital en ella, había crecido creyendo que ser discreta es una virtud.

Podía recordar incluso la cantidad de veces que su madre le había dicho que la discreción era un arma de dos filos y que debía emplearse con sabiduría.

Tuvo que pasar un mes para que Candace le contestara las llamadas a su hermana y otro mes para poder volver a verla la cara después de lo sucedido con su marido, aunque ésta última fuera totalmente ignorante de ello.

Fue en una fría y nevosa tarde de noviembre que finalmente fue a visitar a Cecilia. Su marido no se encontraba en casa, lo que para Candace resultaba un completo alivio. Su sobrina Ashley se encontraba en su habitación haciendo los ejercicios que le correspondían luego de su terapia más temprano ese día. Anna se encontraba leyendo un libro en el jardín.

Eran unos días difíciles, no solo para sus familias sino que para toda la ciudad.

Si bien ambas hermanas tenían mucho de qué hablar y de lo que ponerse al día, estaban sucediendo cosas que simplemente no podían ser ignoradas, pero de las que a nadie les resultaba placentero hablar.

La mayor de las hermanas aún no se perdonaba a sí misma la traición hacia su esposo y su hermana, lo cual a penas y la dejaba dormir o pensar en otra cosa, de hecho, era tal la magnitud del sentimiento de culpa y carcoma de conciencia que no había lugar para derramar más lagrimas o si quiera recordar a su esposo Esteban, de quien aún no había recibido noticias. Aunque si era sincera consigo misma, sí tiene momentos en los que piensa en él y un sentimiento oscuro y amargo se instala en su ser, se permite llorar solo unos minutos, pero no demasiados, pues de repente le llega el recuerdo que ella también lo había engañado, que ella también había fallado y se consideraba la peor de ambos casos.

Solo llevaba sentada en el salón del té de su hermana unos 15 minutos en los cuales solo había tenido el valor de levantar la vista y mirar a Cecilia a los ojos en dos ocasiones, y se limitaba a asentir y concordar en los pocos comentarios que habían surgido de parte de su hermana menor acerca del clima, las cercanas vacaciones de Navidad y los planes que tenía para ellas.

Cecilia le había informado -como siempre con los anticuados modales que dominaban su conducta y que le habían sido a ambas perpetuamente inculcados- sobre una importante visita: Miriam, la madre de ambas se quedaría en su casa para el invierno y esperaba hacer una gran celebración en Noche Buena; y que ésta planeaba viajar antes de que el invierno entrase en lleno, pues sabía que tanto frio haría que le dolieran mucho los huesos y articulaciones.

Candace estaba de acuerdo.

Entonces recordó que estaba embarazada y se sonrojó, aun no se había atrevido a confesárselo a su hermana y obviamente no le diría quien era el padre del bebé. No lo veía necesario, pues ya era bien sabido que su marido la había abandonado y sus motivos, por lo cual tal vez su hermana no haga ese tipo de preguntas en tan delicada situación, una vez se enterara.

-¡Oh, mi querida Candi, he hablado yo todo el tiempo! Pensaré que te estoy aburriendo o que no tienes noticias importantes para mí, o al menos que puedan ser de mi interés. Anda ya, y cuéntame cómo has estado llevando todo esto, ¿se ha comunicado Esteban contigo? ¿Piensa volver algún día? ¡No me mires así y te quedes muda, sabes que sufro de los nervios! –Cecilia gesticulaba ansiosa y haciendo exagerados ademanes con sus manos.

Los nervios de su hermana eran los que realmente sufrían y temía que le comenzaran a dar espasmos de repente. Candace dejó su taza de té vacía sobre la mesita de centro y con los nervios a flor de piel carraspeó su garganta antes de aclarar las dudas de su hermana menor.

ANNIE: Mi prima es una psicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora