Prólogo (Primera parte)

3.7K 321 3
                                    


Italia, finales de noviembre.

Los seis hermanos Sforza cruzaron miradas interrogantes entre ellos. Habían sido citados en el despacho de Vincenzo, su padre, pero él no estaba por ningún lugar. Lo que no era extraño, por supuesto, ya que él no había vuelto a la Mansión Sforza desde la muerte de su esposa, Isabelle.

–¿Qué puede ser tan importante? –inquirió Giovanna, clavando sus ojos celestes en Christabel, la única de los hermanos Sforza que tenía permitido visitar a Vincenzo en la finca a la que se había retirado.

–¿Quieres decir si yo lo sé? No, Giovanna, no tengo idea –Christabel se encogió de hombros. A su alrededor, varias miradas de los Sforza expresaron su incredulidad–. ¿Por qué lo sabría yo?

–Porque has llegado a ser su predilecta –precisó Cayden con una media sonrisa–. Eres la única que lo ha visto en meses.

–Alguien debía hacerlo –contestó Christabel cruzando los brazos–. Ninguno de ustedes me dejó opción.

–Sabías que nos negaríamos a ir –intervino Elisa negando lentamente–. Nadie lo quiere cerca ahora que... –suspiró.

–Ahora que madre no está –terminó Dante con indiferencia. Nadie, fuera de su familia, podría notar el dolor que entrañaba aquella falta aparente de emociones respecto al fallecimiento de Isabelle.

–Deberíamos ir –Kevin soltó con voz clara. Todos lo miraron–. Después de todo, somos sus hijos.

–¿Lo somos? –la pregunta de Cayden tenía una nota de desdén.

–Sí, lo somos –confirmó enérgica Christabel.

–Yo no lo haré –Elisa apretó la mano en un puño–. Lo siento, Christa, pero no puedo hacerlo.

–Lo comprendo –Christabel deslizó la mirada por el resto de sus hermanos–. ¿Alguien más se une a Elisa?

–Yo lo hago –Dante habló y se situó cerca de Elisa–. No pienso visitar a Vincenzo. No ahora, no en adelante.

–Está bien. ¿Son solo los dos? –Christabel giró hacia Cayden. Él curvó la comisura de sus labios.

–Tú sabes bien que yo no puedo ir. Lo sacaría de quicio y no tengo el menor interés en discutir con él.

–De acuerdo. Ni Elisa, ni Cayden, ni Dante. ¿Qué dices tú, Giovanna?

La aludida dejó salir el aire lentamente. Era la mayor de los Sforza, por la que Vincenzo había sentido clara predilección una vez. De eso, hacía mucho tiempo ya.

–Supongo que podría hacerlo.

–¿Kevin?

El menor de los Sforza pareció meditar profundamente la petición. Al final, asintió firme una vez.

–En ese caso, somos tres contra tres –concluyó Christabel y esbozó una pequeña sonrisa–. Es mejor que intentemos tomar una decisión unánime ¿no les parece?

–¿Por qué? –Dante cuestionó reticente.

–Porque somos una familia y debemos continuar comportándonos como tal –explicó Christabel–. Aun cuando mamá haya muerto.

–No es que Isabelle hiciera mucho porque fuéramos una familia.

Aquel comentario frío y despectivo de Cayden dejó momentáneamente en silencio a sus hermanos. Por un instante, había parecido que el joven ambicioso y sin escrúpulos que había sido una vez había vuelto a aflorar.

–Ella no estaba con nosotros. Tampoco padre. Pero la idea de ellos, aún lejos, nos hacía unirnos. Teníamos una causa en común –musitó Christa apoyando su mano en el brazo de él–. No lo dejes atrás, Cayden.

Él no contestó. Giró y caminó hacia la ventana, donde dejó que su mirada se perdiera en el horizonte. Christabel empezó a sentir que esta cruzada iba a ser imposible. La mitad de sus hermanos se negaban a visitar a Vincenzo y los otros dos no parecían entusiasmados ante la perspectiva.

Lo que era peor. Ni siquiera estaba segura de que valiera la pena intentarlo porque tenían razón. Vincenzo se había negado a recibir en su retiro a cualquier persona, lo que incluía a sus hijos.

–Así que nadie sabe por qué nos han reunido aquí esta vez –precisó Dante mirando indolente a su alrededor.

–Disculpen la tardanza –la voz de un hombre resonó desde la puerta abierta del despacho. El mayordomo lo había acompañado hasta ahí y se retiró. Los seis hermanos reconocieron al hombre que los saludaba. Era Pietro Conti, el abogado de Vincenzo Sforza.

–¿Es usted a quién esperábamos? –preguntó Giovanna invitándolo a sentarse. Él asintió–. ¿Cuál es la razón?

–¿No lo saben? –preguntó Pietro perplejo. Luego negó–. Oh, bueno, no hay problema. Aquí tengo todos los documentos necesarios para iniciar.

–¿Iniciar? ¿Qué? –Cayden inquirió impaciente.

–La repartición de los bienes de la familia Sforza.

–¿La repartición? ¿De qué está hablando? –Christabel lo miró sorprendida.

–Su padre lo ha solicitado. Quiere dejarlo todo en orden.

–¿Él también está enfermo? –musitó Elisa, poniendo en palabras los pensamientos de sus hermanos.

–Yo me limito a cumplir órdenes, señora Lucerni –contestó Conti. Elisa cruzó una mirada interrogante con Cayden.

Una vez más, todas las miradas de los Sforza se enfocaron en Christabel.

–No, padre no está enfermo –replicó Christabel a las preguntas que sus hermanos no se atrevían a hacer–. Al menos, no que yo sepa.

–Siendo así, no entiendo... –empezó a decir Dante.

–Quiere dejarlo todo en orden –respondió Kevin. Ahora las miradas habían derivado en él–. Es evidente –explicó pacientemente su conclusión. Él siempre había sido el que más parecía entender el funcionamiento de la mente de Vincenzo–. Quiere desaparecer.

–¿Desaparecer? –Giovanna lucía un tanto alterada–. ¿Cómo que desaparecer?

–Su vida no tiene sentido sin mamá. Nunca la ha tenido –dijo Elisa y Kevin asintió con un encogimiento de hombros.

–Somos sus hijos... –murmuró Christabel incrédula. Cayden giró y clavó sus ojos oscuros en ella.

–Eso nunca pareció suficiente, ¿cierto?

El abogado carraspeó al tiempo que dejaba un documento sobre el escritorio del despacho. Los Sforza se sentaron derechos en sus asientos.

–Creo que es mejor empezar. Debo aclarar que no todos los bienes de la familia han sido considerados, pues son numerosos, pero están los más importantes. Entre ellos, la residencia actual del señor Sforza, así como esta Mansión familiar.

Pietro observó los rostros de los hermanos tras esta declaración pero ninguno parecía impresionado.

Navidades de la familia Sforza (Sforza #6.5)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora