Quinta Navidad (I): Un regalo para Dante

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Para: El Sforza más popular

De: Kevin

¡Feliz Navidad! ¿Qué opinas si tu regalo este año consiste en un curso paso a paso sobre cómo aprender a manejar atenciones no deseadas; por supuesto, sin perder inversionistas para la Corporación Sforza, ni morir a manos de tu esposa en el intento?

¿No? (Ciana dice que no es buena idea. Yo creo que es excelente). ¿Qué opinas?

Sí, de acuerdo, te regalaré una corbata. O algo similar.

Ya sabes, un regalo aburrido y predecible (¿contenta, Ci?)


Kevin terminó de escribir y se giró a observar a Ciana. Se estaba divirtiendo profundamente, más cada segundo que sentía su impaciencia. Ah, es que su Ci era adorable cuando se impacientaba.

–¿Ahora lo tomarás en serio, Kevin Sforza?

–¿Te parece que no lo hago? –Kevin señaló hacia la nota que había concluido–. Es más de lo que he escrito a ninguno de mis hermanos en años pasados.

–Probablemente sea lo más que todos han escrito en años pasados, pero ese no es el punto, Kev.

–¿Entonces?

–Esto es importante. Para ustedes, lo es. Así que, ¿qué le regalarás?

–Ci, hace pocas horas que volví. ¿Por qué no me recibes como cualquier esposa lo haría?

–¿Y cómo sería eso? –Ciana frunció el ceño–. No, olvida que pregunté –atajó, cuando él abrió la boca. Luego, Kevin rió–. Es divertido, ¿eh?

–Oh, sí, Ci, sí. Siempre lo es. Contigo –exclamó e intentó atraparla entre sus brazos. Ella dio un salto hacia atrás.

–Kevin, basta –Ciana intentó detenerlo, con la mano en alto, cuando él se incorporó–. No des un paso más.

–¿Por qué? –frunció el ceño, contrariado, como un niño regañado. Ella bufó por lo bajo–. Solo quiero abrazarte, Ci.

–¿Solo abrazarme? Claro –espetó, incrédula–. Siempre empieza así.

–Y termina... ¿así? –señaló a su abultado vientre, divertido. A Ciana no le hizo la menor gracia–. Ci...

–Kevin, no.

–Pensé que me habías extrañado.

–Claro que te extrañé –musitó Ciana tocando su brazo suavemente–. Siempre me haces falta, Kev.

–Y tú a mí –la tomó entre sus brazos, con sumo cuidado–. Y también Ben.

–Quería verte, pero ha sido hora de su siesta.

–Lo sé –Kevin se movió alrededor de Ciana y empezó a masajear sus hombros. Ella emitió un suspiro de satisfacción–. ¿Vamos a la habitación?

–¡Kevin! –Ciana soltó una risita–. Estamos a mitad de la tarde, ¿sabes?

–¿Y eso qué tiene?

–No podemos encerrarnos en nuestra habitación solo porque sí.

–Necesitas relajarte, Ci –susurró en su oído, haciendo que un escalofrío le recorriera el cuerpo entero–. Y yo sé cómo lograrlo.

–Estoy enorme, Kev –se quejó, señalando su vientre–. E–nor–me –recalcó.

–Estás hermosa –replicó con sus ojos traviesos absolutamente risueños– y más aún ahora que llevas a mis nuevos bebés.

Navidades de la familia Sforza (Sforza #6.5)Where stories live. Discover now