Prólogo (Tercera parte)

2.9K 349 40
                                    

Primera semana de diciembre

La presencia de los seis hermanos Sforza y sus respectivas familias en la Mansión Sforza era algo poco común pero a lo que se habían comprometido, para darle a la ancestral casa una sensación de hogar que nunca antes había tenido. Era una pequeña concesión realizada para que Dante consintiera en que su primogénito, Connor, la heredara.

Nada llenaba más un hogar de luz y vida que la presencia de familias que se amaban y harían lo que fuera por la felicidad de cada uno de sus miembros, sin titubear ni un instante.

–Así que nos reunimos una vez más –comentó Elisa observando a su alrededor–. ¿Qué sucede en esta ocasión?

–Algo épico –exclamó Christabel con entusiasmo e intercambió una mirada cómplice con Stella, la esposa de Cayden. Un colectivo suspiro se escuchó, pues todos sabían lo que aquello significaba: una nueva idea para hacer que los hermanos Sforza se sintieran como lo que eran, hermanos.

–Oh Dios –murmuró Giovanna, clavando sus ojos celestes en Cayden–. ¿Qué planean esta vez?

–No tengo ni idea. Stella no me lo ha dicho –respondió Cayden, con un claro deje de irritación. Nada como ocultarle algo a Cayden para sacarlo de quicio. Giovanna soltó una risita–. No es gracioso.

–Deja que yo lo juzgue –acotó Giovanna risueña. Cayden bufó por lo bajo, pero su expresión cambió perceptiblemente cuando Stella deslizó sus brazos, rodeándolo.

–Sí, hermanito, no le quites la diversión a Giovanna –dijo Kevin alegremente–. Desde que dejó la Corporación, no tiene mucho de que reír.

Giovanna lanzó una mirada asesina en dirección del menor de sus hermanos. Kevin no se inmutó sino que susurró algo en el oído de su novia Ciana, haciéndola reír por lo bajo.

–¿Podrían decirlo de una vez? –prorrumpió impaciente Dante. Todas las miradas se dirigieron a él, interrogantes–. ¿Qué? Eso es lo que todos estamos pensando y no decimos.

–¿Alguna vez vas a dejar atrás ese resquicio de amargura, Dante? –Christa se dirigió con preocupación a su hermano. Él restó importancia con una mano–. No pareces feliz.

–No contestes –aconsejó Cayden curvando la comisura de sus labios– es una pregunta con trampa –añadió, ladeando el rostro hacia la esposa de Dante, Fernanda. Ella le sacó la lengua, como si fuera una niña, en respuesta a su comentario. Cayden rió junto a su cuñada.

–Juro que siempre me pregunto por qué te agrada tanto mi hermano y no logro encontrar una explicación razonable –Dante giró con suavidad el rostro de Fernanda. Sonreía. Suspiró en respuesta.

–Porque es un encanto –respondió de inmediato–. Amable y agradable.

–¡¿Qué?! –pronunciaron cinco de los seis hermanos en shock. Y, para irritación de Cayden, sus cuñados también. Junto con su adorable esposa.

–Bueno, gracias por su voto de confianza hacia mi encantadora personalidad –gruñó cruzando sus brazos. Stella rió a su lado.

–Ay, amor. Debes admitir que nadie te daría los calificativos que Fernanda ha mencionado –Stella lo besó en la mejilla– y eso es algo que antes te habría llenado de orgullo.

–Y es por esa razón que Fernanda es mi cuñada favorita –añadió con una de sus raras sonrisas plenas. Dante puso los ojos en blanco.

–Mi esposa no sabe lo que dice, estoy seguro –acotó Dante aunque rodeó con fuerza a Fernanda y rozó su cabello con los labios.

–Elige con cuidado tus palabras, cariño –advirtió Fernanda con el ceño fruncido.

–Porque podrían ser las últimas –completó Kevin risueño. Varias carcajadas se dejaron escuchar, aliviando la tensión.

Navidades de la familia Sforza (Sforza #6.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora