Tercera Navidad: Un regalo para Cayden

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Para: El más Sforza de los Sforza

De: Elisa


–Así que este año te tocó a Cayden.

–Sí. ¿Cómo lo has sabido? –Elisa miró la tarjeta que había descartado y ahora Adam tenía en sus manos–. Era demasiado evidente de quién se trataba.

–Y por eso estás escribiendo una nueva.

–Aún no. De hecho, estoy buscando el regalo. Creo que es mejor hacerlo así.

–¿Por qué?

–¡Porque no tengo ni la menor idea de qué obsequiarle!

–Yo sí. Puedes darle un poco de humildad.

–Sí, ¿verdad? Una lástima que la última onza de humildad que me quedaba te la obsequié a ti el año pasado.

–Qué graciosa. ¿Te estás quejando de mí?

–¿De ti? ¡Vamos, eres un Lucerni! ¿Realmente crees que puedo quejarme de ti? –Elisa abrió los brazos–. Te amo, Adam Lucerni.

–Y yo te amo a ti, Elisa Sforza –musitó, rodeando rápidamente el escritorio que quedaba entre ellos–. ¿Qué te gustaría de regalo esta Navidad?

–A ti.

–A mí ya me tienes, desde la primera vez que nuestras miradas se encontraron. ¿Algo más?

–No. Solo a ti –se vio reflejada en aquellos ojos azules clarísimos y sonrió–. Quizás un poco más de ayuda con los trillizos.

–Nunca más tendremos tantos hijos a la vez –soltó Adam, suspirando–. No sé cómo lo lograste, pero eres maravillosa, Lis.

–Soy tuya.

–Y no sabes cómo agradezco eso.

–Siendo así, ¿me ayudarías con el regalo de Cayden?

–¿Podemos regresar a la ayuda con los trillizos?

–No.

Adam volvió a suspirar, pero asintió, aceptando su derrota. Elisa le brindó una brillante sonrisa antes de arrojarse a los brazos de su esposo y buscarle los labios para besarlo profundamente.


***


–Así que esta es tu brillante idea –señaló Elisa contrariada, sin decidirse a entrar.

–Sí, ¿no te parece que es buena? –Adam frunció el ceño, confundido.

–No sé. Se siente como hacer trampa.

–¿Trampa? ¿Cómo puede serlo? ¿Hay reglas al respecto?

–No, pero estoy segura de que se considera trampa acudir a la persona que más conoce a mi hermano para saber qué obsequiarle –miró la puerta de la librería y suspiró–. ¿Qué puedo hacer?

–Podríamos empezar por entrar. Hace mucho frío y adentro hay una gran cantidad de postres que te pueden tentar.

–¿Postres? ¿No libros?

–Entre algo dulce y un libro, estoy bastante seguro de cuál gana en tu corazón, Lis.

–En realidad ocupas el primer lugar, pero buen punto, entremos –accedió, avanzando hacia la librería y cafetería que hacía años poseía Stella, la esposa de su hermano Cayden.

Navidades de la familia Sforza (Sforza #6.5)Where stories live. Discover now