A tender la ropa

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Un ascensor sólo falla cuando más lo necesitas y hoy que mi madre me ha pedido que suba  a recoger la ropa seca, a las ocho de la noche el ascensor está fuera de servicio.

Mientras subo las escaleras hasta la novena planta pienso en que quizás debería haber cogido una linterna pues no se ve bien en la azotea cuando acaba de anochecer y a mi móvil no le funciona bien la linterna, pero ya estaba a mitad de camino y tampoco merecía la pena semejante logística pare recoger cuatro calcetines y alguna sábana. Terminaría pronto y bajaría a darme una ducha, cenar y disfrutar esos minutos de libertad delante del televisor limpiando mi mente de toda los datos de historia que he tenido que memorizar o estudiar durante toda la tarde, aún no creo que hayan retrasado el examen, se me va a hacer interminable.

Como sospechaba no hay luz en la azotea pero gracias ala contaminación lumínica puedo ver que en el cuarto cordel sólo queda la ropa de nuestra familia así que tardaré poco.

Dos calcetines más, y recojo la sábana y la funda de los cojines... Quizás además de la linterna tendría que haber subido una bufanda, un extraño frío me inhunda todo el cuerpo y realmente no se ha levantado ninguna brisa ni hay suficiente humedad, es un frío gélido que cala por dentro, es verdaderamente incómodo. 

De pronto me paralizo, siento ese escalofrío que me acaricia la nunca, siento un cosquilleo en la palma de las manos, me da miedo cerrarlas. Pienso que hay alguien mirándome, pero quién. Cuando subí no había nadie y frente a mi tengo la puerta. ¿Qué hago? ¿salir corriendo y escuchar las quejas de mi madre diciendo que me invento cualquier excusa para no ayudar? son imaginaciones mías, mejor recojo lo que queda muy rápido y voy directa a la puerta.

No dejo de sentir esa sensación en mi cuello, es como si alguien me estuviese observando pero, es imposible. Solo se puede acceder aquí desde la misma escalera que he usado y no había nadie al entrar, estoy segura, son tan solo diez metros cuadrados y la puerta la tengo frente a mi, no ha entrado nadie. Al menos espero que no haya nadie para ver mi ridícula huída cargada de miedo por sentir una brisa frío en mi cuello desnudo. Un, dos, tres, ¡corre!

En la AzoteaWhere stories live. Discover now