Tarde Blanca en Marte

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Tori salió del coche policial y comenzó a andar con paso incómodo por el camino de piedra hasta la entrada de la mansión. Los tacones no le suponían un problema real, el problema en sí estaba en las palabras que había escuchado el día anterior. Las palabras que había salido de la boca del Ladrón.

Voy a robar el cuadro, y voy a hacerlo delante de ti.

Lo que para Tori era un favor, un día con una carga de trabajo inferior y diferente donde podía tomarse un mínimo respiro se había convertido en otro tira y afloja, en otra cacería donde lejos de sentirse el sabueso de siempre, era el zorro.

La mansión se erguía ante ella y los demás invitados como un coloso de piedra y tejas. Una casa de cinco pisos era, francamente, difícil de proteger y tener bajo vigilancia, así que, tras informar a la policía del mensaje de Ladrón -mensaje que no tomaron demasiado en serio- se repartieron unos planos donde se describía la forma de la mansión y se señalaba los lugares donde los diferentes grupos se mantendrían haciendo guardia. En la cabeza de Tori todo aquello sonaba como una buena idea, así que por primera vez en su vida no se quejó y se limitó a seguir órdenes.

—Bonito conjunto —saludó el padre de Miyamoto a Tori al verla.

Llevaba unos pantalones de pinza negros y una camisa blanca absolutamente normal. Lo único fuera de lo común en su vestuario eran los tacones. Tampoco se atrevía a saltarse todo el dress code. Pero en realidad el motivo había sido la llamada intimidante del Ladrón dándole su consentimiento para ponerse el vestido que se había probado en la tienda. Se negaba a darle esa victoria, así que se puso algo que ya tenía en el armario, aunque una parte de ella se arrepentía de no haberlo comprado.

—Gracias comisario, seguro que no se lo esperaba —bromeó ella y lanzó un suspiro. Ambos aun se encontraban en la entrada, atentos a todo aquel que atravesaba las puertas. Luego Tori se aseguraría de conseguir la lista de todos los invitados que habían asistido a la subasta. Necesitaba añadir y descartar a gente de la lista de sospechosos.

—Comisario Miyamoto —saludó un hombre colocándose a su lado y pasando por alto completamente a Tori—. Gracias por venir a mi humilde fiesta —dijo con una sonrisa absolutamente falsa en la cara—. ¿Es esta señorita su hija... Su mujer?

La cabeza de Tori se giró como si estuviera sufriendo un exorcismo y lo miró de arriba abajo sin ningún tipo de problema. Zapatos brillantes y sin ningún tipo de marca, eran nuevos, los estaba estrenando. Aun así, los pantalones no lo eran ya que, aparte de que alguien los había recogido para acortarlos, lo había hecho hace mucho tiempo y comenzaban a darse de sí, estando más tintados por dentro, así que eran bastante viejos. Podía decir lo mismo de su camisa, que aunque no era tan evidente, si estabas atentos a los carteles de las ciudades o eras un apasionado de la moda, podías acordarte de que ese modelo era de la temporada del año pasado -Tori había visto ese mismo modelo mientras buscaba ropa que ponerse el día anterior-. También sus manos hablaban. No tenían ningún tipo de marca, jamás había trabajado con ellas, y el reloj que llevaba en su muñeca era caro, pero bastante viejo. Heredado. Igual que la fortuna y la casa.

—Detective Eastwood —contestó ella a su pregunta—. No hace falta que se presente señor Shiraoka. Tampoco hace falta que diga que está arruinado y que por eso invirtió lo último que le quedaba en la compra del cuadro para subastarlo y tratar de salir del pozo donde usted mismo se ha metido... Pero era de esperar, ¿verdad? Es lo que tiene haber heredado una fortuna y no haber trabajado en toda su vida... No tiene ni idea del valor real del dinero y es bastante probable que su padre haya intentado enseñárselo, sin éxito... ¿Se peleaban mucho, verdad? Aun así le tiene aprecio o respeto ya que lleva su reloj en la muñeca y sus pantalones... Si me disculpa, tengo que irme a trabajar, un placer.

El Ladrón del Lirio BlancoOn viuen les histories. Descobreix ara