Antes de que la sombra te atrape a ti

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El gesto de Tori se convirtió en un poema que no gritaba otra cosa sino confusión. ¿Había robado el papel pero dejó dinero en su lugar? ¿Qué demonios significaba la flor? Nada de lo que había delante de ella tenía sentido dentro de su cabeza, pero no perdió ni un segundo y comenzó a apuntar todo lo que oía. Si algo sabía era que la sombra era quien estaba detrás de todo ese entramado, no le cabía ni la menor duda.

—¿Pudo ver algo la policía en las cámaras de seguridad?

—En absoluto... Ninguno de los dos pudo ver la grabación porque la policía se la llevó rápidamente pero nos informaron de que no habían encontrado nada relevante.

Victoria asintió. Que la policía no hubiera sacado nada en claro de las grabaciones no significaba que ella no fuera a hacerlo, así que se aseguraría de tener acceso a ellas en cuanto tuviera algo de tiempo, mientras tanto, poco podía hacer allí.

—Trataré de descubrir algo... Ya le informaré en cuanto pueda. Muchas gracias por atenderme —dijo sinceramente y con un gesto se despidió del hombre. Este le devolvió la reverencia y asintió, agradecido. En cambio, el joven francés se quedó mirándola con la misma expresión de cuando la había visto por primera vez. Como si hubiera vislumbrado alguna especie de fantasma.

Al salir de la tienda Tori sintió que había regresado al siglo XXI, y como si necesitara más confirmación temporal, el móvil vibro en el bolsillo de su chaqueta. La chica lo sacó sin mirar y al otro lado, al descolgar, oyó la alegre voz de su casera discutiendo con su perro.

—¿Señora Kobayashi? —llamó su atención Tori desde su lado de la línea—. ¿Me ha llamado sin querer?

—Oh no, Victoria —dijo de repente y Tori notó como la mujer se alejaba en la estancia del ruido para poder hablar mejor con ella—. En absoluto, quería hablar contigo —le indicó, y a la chica le pareció una enorme casualidad ya que de alguna forma tendría que explicarle lo de la llave sin alarmarla.

—Claro, dígame.

—La enorme tormenta de ayer me inundó el patio interior —dijo y poco a poco su voz iba tornándose culpable—. Necesito alquilar la otra habitación de tu estudio para poder pagar la reparación...

Tori se quedó blanca. Desde que había llegado a Japón había tenido claro que vivir con alguien no era una opción. Su casa estaba hecha un desastre. Los papeles se amontonaban en cada esquina de la estancia y las paredes estaban adornadas con fotos macabras y mapas con marcas que había hecho con la finalidad de hacer más sencillos sus casos. Por eso, cuando había encontrado el estudio perfecto, le ofreció a la casera pagar por las dos habitaciones, así se aseguraba de que nadie -excepto Miyamoto- irrumpiera en la tranquilidad desordenada de su cueva.

—Te bajaré un poco el alquiler... —susurró la casera al otro lado al no obtener respuesta. De alguna forma se sentía algo culpable. Victoria la había ayudado alguna que otra vez y sabía lo mucho que la joven valoraba la intimidad, pero no le quedaba otra opción.

—No se preocupe señora Kobayashi, podré arreglármelas, es importante para usted —contestó Tori, fingiendo que no le importaba. Ella no podía hacer nada y aquella mujer jamás le haría pasar por eso si no fuera absolutamente necesario.

—Eres un cielo... Un conocido de mi hijo le dijo que estaba interesado en la habitación y parece un chico agradable así que en unos días es probable que vaya a dejar sus cosas...

—Claro, le haré un hueco... Por cierto —dijo muy rápido, antes de despedirse—. Perdí las llaves por haber tenido que salir corriendo por la lluvia —mintió. Si le dijera a la mujer que alguien se las había robado y que a demás tenía conocimiento de que iba detrás de ella, entraría en pánico—. Como no sé dónde habrán podido ir a parar prefiero cambiar la cerradura completa... ¿Le parece bien? Lo pagaré yo, es mi culpa.

El Ladrón del Lirio BlancoWhere stories live. Discover now