5. MAGIA DIVINA | OSCAR (IV)

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—Otra vez él—le digo y me vuelvo a mi amiga. Observo el líquido espumoso con olor a café y cebada. Ojalá todo fuese tan sencillo como enviarle un mensaje a tu padre y pedirle que se encargue de quitarte de encima todas las preocupaciones, tan sólo en lo que dura un chasquido de dedos.

—¿Hasta cuándo seguirás debiendo dinero, Oscar?—me pregunta Shaj y otro tipo se sienta a mi lado. Lo conozco pero no suelo conversar con él, sí viene seguido al bar.

—Creo que de por vida—le respondo—. Mi familia en España no tiene un euro partido al medio y yo soy quien debe enviarles todo lo que puedo recaudar.

—¿Tu familia?—se vuelve Shaj con reprobación.

—Sí—le digo desafiante—. Mi familia.

Se encoje de hombros y me deja un platillo con maní. Luego se pone del lado opuesto al otro cliente y me pregunta desde cerca.

—Por cierto... ¿qué has sabido de la niña?

—Ninguna niña. Tiene dieciocho años muy bien cumplidos con su CI acorde a su edad, súper estimulada cognitivamente y con un porvenir excelente. Ah, y fue aceptada en una de las Universidades más importantes del condado.

—Oscar... Sabes a qué me refiero. Por respuestas como esas es que seguirás debiendo dinero toda la vida.

—No tiene que ver.

—Kaneki acrecienta tu deuda si lo miras mal o si demoras un segundo en pagar. Lo sabes.

—Pero Lucy no tiene que ver con Kaneki. Nunca debería tener que ver con él.

Shaj me mira, escrupulosa.

—¿Por qué? Es asunto de Lucy si se mete en estas cosas o si la matan. Ya suficiente nos jugamos el pellejo apartándola de...

Me aclaro la garganta para detenerla y que no lo diga en voz alta.

Max anda cerca. Siempre está cerca.

Luego de un incómodo silencio, Shaj me pregunta:

—¿Se acuerda de algo?

Sacudo la cabeza. Creo que hice un buen esfuerzo al hacerle creer que todo fue producción de esa cabecita suya y que no debería volver a acerarse al bar. Después de todo, no me ha vuelto a hablar desde que se llevó el susto de la serpiente en su habitación.

—Evidentemente no sabe nada—le contesto—. Sólo tiene imágenes borrosas pero me encargo de que ponga en duda su cordura. Y a decir verdad, lo estoy haciendo bien.

—Eso es cruel—Shaj vuelve a las copas dedicándome una sonrisa de complicidad—. Pero está bien.

—Se me pegó al comienzo como suponía que iba a ser pero te aseguro que no volverá a acercar su nariz a este lugar. Nunca más, ya verás.

 Nunca más, ya verás

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