Epilogo parte 1

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Era de esas mañanas, cuando tanteaba la cama yestaba demasiado frío, aquello indicaba que llevaba bastante tiemposola entre las sábanas. Lo odiaba.

Se levantó maldiciendo por lo bajo, frotando susojos con los dedos pulgar e índice de una mano. Sentía la gargantaseca y un leve dolor de cabeza. Buscó con la mirada sus zapatillasde dormir, aquellas que Tiffany la obligaba a tener para que nocaminara descalza por la casa.

Sí, a veces Tiffany podía ser un grano en lavagina, y por a veces era prácticamente la mayor parte del tiempo.Lo cual, de acuerdo, podía hacer que Taeyeon quisiera ponerle untapón en la boca; no lo hacía, pero la idea parecía cada vez mástentadora, como cuando Tiffany la sermoneó durante tres horas porhaber manchado su sofá color cappuccino con salsa barbacoa

Abrió las cortinas y tuvo que parpadear reiteradasveces para acostumbrarse a la luz ya que era un día malditamente soleado.

Siendo honesta, ya se había acostumbrado. Ni siquiera podía imaginarse viviendo nuevamente bajo un cielo gris ypisando tierra húmeda por el frío. Taeyeon había aprendido a odiarel frío.

Respiró profundamente al abrir la ventana, el aromade las malditas gardenias que debía regar cada tarde a las seis contreinta minutos, por órdenes de Tiffany, llegó gratamente a susfosas nasales. Jamás admitiría que le gustaba el aroma de aquellasdiabólicas flores.

Salió de la habitación principal, de aquel aposentoque tenía el perfume de Tiffany en las sábanas de la cama, quetenía una chueca repisa de pared con algunas fotos enmarcadas. Deparedes que Taeyeon insistía eran blancas y Tiffany gritaba, como sifuera la peor ofensa, que eran de color crema de nieve.

Buscó rápidamente en la pequeña y rústica cocina,frunciendo el ceño al ver la cafetera encendida. Se suponía queTiffany dejaría de beber café, se lo había prometido. Salió aljardín trasero, a ese pequeño paraíso de árboles frutales dondeTaeyeon había armado un magnífico set campestre, a sus ojos, paraque pudieran pasar sus tardes recostadas en cómodos y grandes sofásde exterior bajo la sombra de los árboles.

Vio a Tiffany acurrucada en sí misma, con la miradaperdida y una taza cerca de sus labios. Tenía sus piernas recogidasy los labios levemente morados, lo que implicaba, llevaba demasiadotiempo en el jardín, seguramente desde la madrugada. Curvas suaves,pies descalzos y su piel reflejando con soberbia los rayos del sol.Sus ojos vagaban en algún punto del suelo. Llevaba una de las sudaderas de Taeyeon y una simple braga, sin ser consciente de cuanvulnerable se veía al usar la ropa de la coreana.

Taeyeon caminó pausadamente hacía Tiffany, no dijonada. Algunas veces era así, no había sido todo un cuento de hadasdesde su reencuentro, distaba bastante de serlo. La libertad tuvo unenorme precio, uno que no pagó solamente Taeyeon, y había díasmalos, días donde Tiffany no podía con los recuerdos de aquellosmeses donde pensó que Taeyeon estaba muerta. Y despertaba,sintiéndose perdida, temiendo del mundo. Buscando apartarse, sinpercatarse de cuanto lastimaba a Taeyeon con eso.

Por lo general estaban bien, debían estarlo. Yahabía pasado un año desde que se hubieron reencontrado en La Digue,un año que llevaban viviendo en aquella isla de clima y paisajesoñado. No había sido tan difícil para Tiffany lograr aquel cambioen su vida sin levantar sospechas, no con Jessica cubriéndole laespalda.


Oh sí, la maldita rubia hija de puta. Jessica aquien Taeyeon no había vuelto a ver desde que mataron al últimosocio de Jong Gu. En realidad, Reynolds mencionó algo de caipiriñasen el caribe junto a Yuri. ¿Cómo era que la puta de su hermanahabía salido de prisión? Taeyeon no tenía idea y Reynolds senegaba a darle detalles.

 [TAENY]Where stories live. Discover now