Sanji temblaba de la felicidad, solo tenia que meter la mano y sacar aquello que el creía que era de su linda Nami o su perfecta Robín, sólo tenia que hacer eso.
El rubio metió la mano ilusionado y al sacar el objeto metálico lo reconoció al instante, el.único que usaba ese aro, con tres partes doradas, era...
—Zoro, ¡Te toco! Tienes que entrar con Sanji—Ambos hombres se miraron y antes de que el rubio salga corriendo sus amigos lo tiraron dentro junto a Zoro que se ponía el aro que había conseguido.
—¡Dejenme salir!—Grito con fuerza el rubio, golpeando la puerta, Zoro lo miraba un poco, algo agraciado.—¿Acaso no quieres salir?
El peliverde negó suavemente, con una sonrisa.
—Son siete minutos de paraíso y tu realmente haces que sea un infierno con ese gritos.
—Es que estamos encerrados.
—Siemore estamos juntos, no es tan malo—Susurro y lo miro, el rubio lo miraba fijamente y asintió nervioso, se miraron cara a cara, estaba algo oscuro todo pero era lindo. Esa calidez era muy dulce, ambos lo sentían.
—Zoro, ¿Me besarías?—Susurro el rubio sonrojado, siempre había querido eso, después de todo estaban en la secundaria y su primer amor había sido Nami pero su amor mas reciente, aquel que dolía en el pecho y se percibía contra su corazón que lo hacia estar excitado todo el tiempo.
Zoro lo miro fijamente, un poco, entonces, sabiendo que el tiempo era limitado se acerco a el, besándolo.
Sus manos acariciaron su cuerpo y se separaron suavemente cuando Zoro bajo sus labios a su cuello queriendo dejar recuerdos de aquel momento.
Esos habían sido los mejores 7 minutos que tuvo en su secundaria.
Corto pero dulce.
