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Capítulo II

Así que lloré y lloré, no podía ver más allá del agua. No estaba muerto, pero no me sentía vivo, aunque respiraba y el alma me dolía, no tenía la más mínima pizca de vida en mi.

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Una vez en Waterfall, me senté al lado del lago más tranquilo de la zona, esperé, pensé, aspiré a una respuesta a mis dudas, pero nada.

—¡Oh! ¡Pobre de aquel hombre que siga el canto hermosamente putrido de las sirenas en el mar!— dijo para los niños un poco exaltado la vieja tortuga.

—¡¿Existen la sirenas?!— preguntó un conejito asustado por la exclamación.

—Mis padres me dijeron que eran sólo un mito. Por cierto, no les digan que yo estuve aquí.— advirtió otro.

—¿Qué son las sirenas?— rió confundido otro niño más pequeño.

Molesto un tanto por el escándalo, dirigí un poco mis sentidos hacia las conversaciones estruendosas en el momento.

—Las sirenas son aquellas mujeres con torso de humano y con cola de pez.— explicó la tortuga mientras mostraba una imagen de lo que hablaba. —Son unas horribles criaturas. Se visten de mujeres muy bellas, y sus cantos hinoptisan los más agudos sentidos. ¡Pero cuidado! Ellas hacen eso solamente para atraerte y después devorarte.

—A mi parecer, son bastante bonitas.— intervine al tomar la imagen entre mis manos con un ligero arrebato.

—¡Ah, Sans! Cuánto tiempo sin verte fuera de las ruinas.— sonrió después de la controversia de la imagen. —¿Cómo está tu prometida?

—No es mi prometida. Es mi novia.— aclaré con calma.

—Por eso, ¿cómo está?— como si no hubiese dicho nada, continuó con la clásica ansiedad de saber cuándo Toriel y yo nos uniriamos en santo matrimonio.

—...¿Qué decías sobre las bonitas sirenas?— evadí la dirección de la conversación que quiso iniciar.
Fue entonces cuando Gerson mostró una reacción sorpresiva junto con una risa pintada de burla al escuchar mi pregunta.

—¡Ha!— exclamó mientras hacía orden de su presencia —¡Esas criaturas no son bonitas en lo absoluto, amigo esqueleto!— se volteó hacia los niños y, como si contara una historia de terror, prosiguió. —¡Podrían ser hasta la misma reencarnación del hijo de la maldad y la desgracia!

—¿Tanto así, señor Gerson?— preguntó tambaleante el conejito. Yo me abstuve a tan solo girar los ojos con una muestra de claro disgusto por tanto alboroto.

—¡Sí! ¡Tanto así!. Y te lo digo yo, que he visto cosas tan horribles inimaginables; pero nada se compara con las sirenas.

—Heh. Lo único horrible que ha visto son sus propios precios de mercancía.— y de mi ocurrencia salieron varias carcajadas pequeñas.

—¡Hablo en serio, Sans! Yo he visto una aquí, en Waterfall. Nadie está seguro.

—Seguramente fue Shyren, la sirena que todos conocemos.

—¡No! ¡No era ella! La que vi fue más humana que nada. ¡Podría ser peor que un humano normal!

—Tranquilo, Gerson. Si yo la veo en cualquier momento, llamo inmediatamente a Undyne y al fantástico Papyrus.

Al decir esto, me teletransporté con rapidez a otro sitio en Waterfall que estuviera libre; sabía que si no me movía a tiempo la tortuga me iba a  contradecir infinidades de veces.

Caminé y observé, hasta que el cansancio me gobernó y terminé sentando a la orilla de un río donde abundaban las flores eco. De la nada, una comenzó a cantar tan finamente que dudé que fuera la voz de Shyren.

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Próximo capítulo mañana :3 o tal vez hoy en la noshe...

▲ MERMAID ▼ [Frans] Where stories live. Discover now