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Apenas estábamos a unos doscientos metros del castillo cuando la primera lanza surcó el cielo

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Apenas estábamos a unos doscientos metros del castillo cuando la primera lanza surcó el cielo.

—¡Deprisa!— grité sin voz, al ver peligrar nuestras vidas.

Nos estaban disparando con una especie de lanzadera enorme. Me abracé a ella con fuerza, íbamos a tal velocidad que tardamos segundos en alcanzar la playa, sin embargo los soldados tardarían algo más.

—Baja.— acaricié a Sharkyl, las dos estábamos aterrorizadas, pero no podíamos dejar que el miedo nos venciese ahora.

Ella planeó hasta la cubierta del barco, ya casi no cabía, así que en cuanto bajé volvió al cielo para vigilar desde arriba.

—¡Levad anclas, rumbo a Rocadragón!— no estaba en mi mejor momento, supongo que no era la más hermosa del reino, pero tampoco era para mirarme como si fuese un fantasma.— ¡De inmediato!

Por fin, usaron la sesera y dirigieron las velas en dirección contraria, por suerte los barcos eran veloces.

—¿Qué haber ocurrido?— preguntó Murciélago colocando una mano en mi mejilla que automáticamente apartó al darse cuenta de que toda la tripulación nos observaba.— Disculpas.

—Venid.— tomé su mano y le llevé hasta el camarote que cerré con llave.— Voy a dejar el ejército de Daenerys.

—¿Por qué?— ni una daga en el pecho le hubiera dolido tanto.

—Porque no me arriesgaré más por la gente que no da nada por los suyos.— trató de mirarme seriamente porque él seguía muy apegado a la causa, pero los dos sabíamos que esto era una despedida.— Ahora, marchaos.

Así lo hizo, cumpliendo las órdenes como si aún perteneciéramos al mismo bando.

Entonces me permití el lujo de derramar unas lágrimas por Dhako.


Shiera Waters, la Targaryen perdidaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum