Capítulo cincuenta y cuatro.

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Con los papeles ya firmados me declaro oficialmente divorciada.

Pese a todo, no pude evitar soltar una sonrisa de alivio. Al fin daba un paso concreto para volver a recuperar mi vida.

Según dijo el juez, tengo unas dos horas para ir a retirar mis cosas a casa de Leinghton, todo esto aceptado por él.

Salgo de la sala en la que he estado metida las últimas cuatro horas y lo primero que hago es abrazar a Issa.

-Ya terminó, acabó. Volveré a ser la misma Brooklynn de antes, pero mejor.- le susurro al oído y ella me estrecha más contra sí soltando comentarios positivos y alentadores.

Al separarnos, observo pasar por el rabillo del ojo a Leinghton junto a su abogado y Chiara. No los miro, es más importante saludar a las personas que han estado conmigo en cada momento que he estado a punto de derrumbarme.

Un peso ha salido de mis hombros, siento la espalda liviana y el corazón un poco más tranquilo, aunque eso no quiere decir que me duela, pero lo superaré.

Les sonrío y nos vamos del silencioso lugar. No me gusta el silencio.

-Debo ir a buscar mis pertenencias que aún me quedan en su casa.- reflexiono un poco antes.- Si es que aún están.

-¿Qué paso, Kiki?

La miro. No le he contado la novedad. Le hago un gesto con la mano y le indico que luego le cuento. Asiente poco convencida y hasta preocupada, a lo mejor le preocupa que no esté llorando a mares por separarme del hombre al que amo. Supongo que no sabe que la vida no se va por un hombre.

-¿Quieres que te acompañe?- vuelve a preguntar cuando el auto se detiene frente a la entrada de la que fue mi casa.

Niego con la cabeza observando la puerta.

-No, solo serán unas maletas.

Resopla pero ya me he bajado del auto con mi abogada pisándome los talones. No entendí lo que decía pero era algo como que tenía que estar presente para no sé qué.

Toco el timbre y me abre la puerta una chica vestida de servicio.

La saludo de vuelta cuando lo hace y nos deja pasar. Entro y tras un leve momento de incomodidad. No siento este lugar como mío, será tal vez porque nunca lo fue, pero ahora lo siento pesado, extraño e indiferente.

-He bajado algunas de tus pertenencias, pero aún quedan algunas en la habitación.

Me giro hacia la escalera y observo imperturbable a Leinghton en el segundo piso, asiento y le indico a mi abogada que guarde las cosas en el auto.

Subo los escalones con la espalda rígida y una seguridad en mí misma de la que me siento orgullosa. Paso junto a él y camino con determinación a la habitación que compartíamos, en todo momento sintiendo su presencia detrás de mí.

Cuando giro el pomo de la puerta una sonrisa helada brota de mis labios, ¿recuerdan las luces led, los adornos, las paredes verdes y la vida que había aquí?

No hay nada. Era de suponer.

Entro en la habitación ignorando las frías cuatro paredes y lo impersonal que parece todo.

No quedan muchas cosas, solo un poco de ropa en el armario, peluches y algunos retratos.

Leinghton me entrega una maleta y me ofrece su ayuda pero la descarto inmediatamente. Doblo cuidadosamente la ropa y la dejo dentro de la maleta bajo el tenso ambiente.

-No es necesario que te quedes aquí observando lo que hago- digo con tranquilidad sin mirarlo- No pienso robar nada, pierde cuidado.

-Prefiero prevenir.

Beauty And The Beast (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora