1. Alguien siempre llora en las bodas

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El blanco hace gorda.

Eso es lo que tengo para consolarme, y no sirve de nada cuando mis ojos se clavan en Emily, y en cómo la tela se ajusta perfectamente a sus curvas, y deja ver su bonito cuerpo. Ni si quiera las cicatrices que recorren un lado de su rostro, antes tan hermoso, y que se ha negado a cubrir con un velo pueden apagar la luz que trasmiten sus ojos. Es muy valiente, y yo soy una arpía por sentir envidia.

- Gracias -. Mi prima me sonríe cuando le tiendo el ramo y me aprieta la mano con cariño. Me fuerzo a corresponderle, pero la mueca que intenta ser una sonrisa acaba por desmoronarse en un segundo. Sé que no se refiere a ese pequeño gesto, lo que me agradece es que esté allí, que después de todo lo ocurrido, sea su dama de honor, como hemos planeado desde que éramos niñas. Claro que, en ese entonces, no habría imaginado que Emily se casaría con el amor de mi vida.

Si el mundo fuese justo, sería yo quien vistiese hoy de blanco. Mi padre sería quien caminase a mi lado hasta el altar y sería a mí a quien Sam miraría, sin ninguna duda acerca de pasar toda nuestra vida juntos. Pero el mundo no es justo, es una mala perra, y por eso mi novio, mi primer amor, con el que llevaba tres años saliendo, tuvo que convertirse en un maldito hombre lobo e imprimarse, precisamente, de la que era como mi hermana.

Por supuesto, eso me rompió el corazón. Volqué toda mi rabia – que no era poca – en ellos, en los culpables de mi miseria y, aun así, accedí a esto, a ser la dama de honor en esta boda que parece mi peor pesadilla hecha realidad. ¿Por qué? Porque debo tener un punto masoquista, no hay otra explicación.

Por si eso fuese poco, el universo decidió reírse un poco más de mí, y acabé por saber en mi propia piel lo que era ser un licántropo. Literalmente, lo sentí en mi piel. El dolor, el miedo... Y de vuelta al dolor, cuando me di cuenta, horrorizada, de que compartía mis pensamientos con una panda de críos y... con Sam. Ver en mi mente lo que sentía por su prometida era peor que el dolor físico de la transformación.

Entenderlo todo, comprender que Sam y Emily no tuvieron otra alternativa más que amarse desde que se vieron, saber que eran almas gemelas en el sentido más estricto de la expresión no hizo que me sintiese mejor. Porque seguía acumulando una gran cantidad de rabia, y no tenía a quién culpar, y eso es lo peor que puede pasar, de verdad. Como un gran círculo vicioso, estaba enfadada con ellos por traicionarme de una forma tan cruel, pero el saber que no era culpa suya me hacía sentir a mí como una mala persona por albergar esos pensamientos. Si no tienes un objetivo al que odiar, al que culpar de tus sentimientos, acabas odiándote a ti misma.

Me convertí en un bicho malo, en una verdadera zorra. Según las palabras de mi madre, estaba deprimida; según las de mis compañeros de manada, estaba simplemente amargada y me gustaba torturarles psicológicamente. Supongo que ambas partes tenían razón. Encontraba cierto alivio, aunque fuese efímero, al echar mierda sobre mi manada, era una manera de quitarme algo de peso de encima, tirándolo a los hombros de los demás. Pero al final vi que no servía de nada, lo único que conseguí es que ninguno de ellos me quisiera cerca. No es como si yo tuviese demasiado interés en hacerme amiga del alma de ninguno de ellos, pero tampoco es agradable ver que todos, incluido mi hermano pequeño, evitaban siempre que podían estar cerca de mí.

- Hey, Leah, estás guapa - una voz grave interrumpe mis pensamientos sombríos y miro de mala manera a su dueño.

"Vete a la mierda, Jacob", es lo primero que se me ocurre responder, pero respiro y cuento hasta tres (todavía no he logrado llegar a diez sin patear a alguien el culo), antes de responder con un simple:

- Gracias - me sorprende darme cuenta de que no hay sarcasmo en su sonrisa y eso consigue relajar un poco la tensión acumulada en mis hombros. Puede que realmente quisiera ser amable -. Sentaos, va a empezar ya – les digo, a él y a la pequeña híbrida (Jake se cabrearía si me oyese llamar así al ya no tan pequeño monstruito Cullen), ya sin tanta sequedad, invitándoles a tomar sus lugares mientras yo hago lo mismo.

Una loba en el armarioМесто, где живут истории. Откройте их для себя