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Quise ir por mi propio pie para intentar mantener en alto mi ya tocado orgullo, pero el tobillo me dolía bastante y no podía apoyar el pie. Así que el sustituto, me cogió en brazos y me trasladó a la enfermería. Protesté por cogerme de ese modo porque aquello incrementó las burlas de mis compañeros. Sólo cuando le amenacé con dar aviso al director por coger tantas confianzas, decidió dejarme en el suelo pero pasó mi brazo sobre sus hombros para que me sirviese de apoyo.
Aferrada a él, cojeando y con el orgullo herido, salí del gimnasio. Al estar tan cerca de él pude oler su perfume... ¡Madre mía, qué bien olía!
Sentada en la camilla, mi enfado seguía patente y resoplé con fastidio apretando los dientes para intentar no exteriorizar el dolor del tobillo y no demostrar mi preocupación por la lesión.
- Tienes muy mal genio - me dijo con sorna mientras buscaba el medicamento cutáneo - Mal genio y un pico de oro.
- Si te parece le canto una saeta - dije con sarcasmo - Y remato marcándome unas sevillanas, ¿no te fastidia?
Mi chulesca respuesta le provocó un estallido de carcajadas, cosa que me enfureció más aún. Y trasladé mi enfado en echarle la culpa por hacernos usar el potro. Como si eso nos fuese a servir el día de mañana. También le comenté que su clase era de relleno y que no debía tomárselo tan en serio porque nadie lo hacía, sólo servía para equilibrar la nota media en las evaluaciones.
Eso sí pareció molestarle porque me fulminó con la mirada fugazmente, le respondí con una sonrisa maliciosa al saber que le había molestado y él apartó la vista para buscar el medicamento del armario metálico. No hay nada como poner en duda la utilidad de una asignatura para molestar a un profesor.

Continuara...

EL SUSTITUTOWhere stories live. Discover now