Sonríe a la cámara

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Sus ojos verdes se perdían entre las sombras y la oscuridad de su habitación. Por cada rincón se apreciaba la presencia de Clarke en su casa, las ropas estaban esparcidas tal cual fueron cayendo en su arrebato de pasión desenfrenada. La suave y pausada respiración de la rubia, durmiendo apaciblemente sobre su pecho, calentaba su alma como creía que jamás volvería a suceder. Miró con cuidado el reloj digital sobre su mesita, eran cerca de las cuatro de la mañana y ella no podía dormir, estaba agotada, había tenido una dura semana de trabajo incesante y una larga noche de sentimientos a flor de piel. Había perdido la cuenta de las veces en las que había llevado a Clarke al borde del precipicio, la ansiedad de ambas por sentirse, por rozarse, besarse, amarse desesperadamente, las llevó a perder el control y la noción del tiempo. Finalmente su rubia se había quedado dormida, demasiado cansada incluso para hablar, había caído rendida sobre ella de una manera adorable e infantil que obligaba a Lexa a sonreír incluso sin quererlo. Tenía tal confusión mental que no sabía por dónde empezar a ordenar sus ideas, tan contrarias a sus sentimientos cada vez más profundos.

Tenía el caso prácticamente cerrado, en cuanto ella diese el visto bueno a su jefe cogerían a Finn y se habría acabado esa fase tan caótica de su vida y, a nada de cerrar ese caso abierto, caía como una colegiala en las redes de unos ojos azules que le robaban el aliento, sabiendo que se estaba complicando todo, que Clarke no la amaba, solo veía en ella a alguien amable que no quería hacerle daño. Una niña mucho menor que ella, que no había vivido, había sido presa toda su juventud. Había cruzado la línea mezclando su trabajo con su corazón una vez más, no había aprendido la lección y sabía perfectamente que ese hecho le traería consecuencias.

Miró a Clarke, durmiendo tranquila, con una hermosa sonrisa en sus labios y su corazón empezó a latir con fuerza. ¿En qué momento se había convertido esa pequeña en alguien tan valioso para ella? No lo sabía mas la certeza de su creciente amor por la joven prostituta la aterraba.

Cansada de yacer en la cama sin sueño, se desprendió con cuidado de Clarke, tratando de no despertarla, cubrió su desnudez con una larga y vieja camisa y se dispuso a buscar cualquier cosa con la que entretenerse y pasar las horas de insomnio.

Salió del cuarto y no se extrañó al ver su apartamento hecho un desastre, había sillas por el suelo, sus zapatos estaban en rincones bastante extraños, ahí donde fueron a parar cuando se los quitó sin dejar de besar ardientemente a su rubia, el bolso con las cosas de Clarke estaba en el suelo abierto y todas sus pertenencias estaban desparramadas por el suelo. Fue a recogerlo pues le pareció una falta a su intimidad que todo estuviese a la vista, cuando reparó en la cámara que ella misma le había dado, al parecer Clarke no se deshacía de ella. Recordó su día de playa y las fotos que había hecho, recordó una foto particular, una en la que salían juntas. Encendió rápidamente su portátil para guardar en él dicha foto, pues algo en su alma le decía que iba a ser su único vínculo con esa mujer que ahora mismo ocupaba todos sus pensamientos y hacía latir su corazón.

Conectó la cámara y fue directamente a las fotos de esa fecha, la primera que abrió fue una de ella misma sentada en la arena y sonrió ampliamente al recordar ese momento en el que fingió no saber, no darse cuenta de que la estaba fotografiando. Fue pasando imágenes hasta encontrar la que estaba buscando, el rostro sonriente de Clarke ocupó la pantalla, sus ojos brillantes y su sonrisa y junto a la rubia que se había adueñado de sus sentidos estaba ella misma, observándola, su corazón dio un brinco al reconocer su propia mirada, estaba mirando a Clarke con veneración, como solo había mirado a Costia antes. Esa fotografía era la prueba de sus sentimientos, estaba completamente enamorada de Clarke Griffin.

De pronto sintió la imperiosa necesidad de conocer más a Clarke y, sin pensar que estaba faltando a su privacidad, pasó las fotos de la playa buscando que otro tipo de fotografías podía haber hecho la rubia. Encontró bastantes autorretratos, cada cual con una cara más graciosa que la anterior, y sonrió con ternura. Fue pasándolas lentamente, memorizando cada una de sus expresiones y llenando su alma de amor cuando se detuvo de pronto en una fotografía que no se esperaba y la dejó congelada durante un momento.

Caso abiertoOnde histórias criam vida. Descubra agora