Heredera Woods

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Amanecía un nuevo día, el sol regaba el rostro de Lexa, devolviéndole la consciencia poco a poco, con la cabeza pesada y adormecida debido al exceso de alcohol de la noche anterior. Con los ojos aun cerrados recordó la nefasta noche de su cumpleaños y las inmensas ganas que tenía de matar lentamente a su amiga por la encerrona que le hizo. Pensó en la prostituta, había sido desagradable con ella pero en su estado no había podido razonar, la muchacha solo estaba haciendo su trabajo, recordó su mirada, profunda y triste, sus ojos la habían perturbado demasiado ya que no se quitaba de la cabeza la sensación de haberlos visto antes y no era capaz de recordar dónde, por mucho que lo pensara. Debía sacarse a esa niña de la cabeza, al fin y al cabo no volvería a verla más, no volvería a acercarse ni a un kilómetro de un prostíbulo ni aunque le pagaran, el bochorno que sintió había sido excesivo junto al sentimiento de culpa, sintió que había traicionado a Costia de alguna manera, se sintió sucia y vacía. Dispuesta a olvidar lo acontecido, se estiró suavemente y abrió los ojos, parpadeando para acostumbrarse a la luz y dispuesta a levantarse, cuando se dio cuenta de que no estaba sola en la cama.

Junto a ella estaba aún esa chica, no se había marchado como ella pensaba. Su primera reacción fue constatar que estaba vestida y suspiró de alivió al descubrir que aun llevaba la misma ropa que la noche anterior, no se había acostado con ella, eso habría sido nefasto para su carrera y para ella como persona, no podía caer tan bajo como para recurrir a ese tipo de servicios.

Tras el alivio de saber que no había cometido una locura, vino la ira y el enfado. ¿Quién se creía esa mujer para meterse en su cama? ¿Quién era ella para ocupar el espacio de Costia? Sin ser consciente de que su mal humor era una bomba de relojería, despertó con brusquedad a la muchacha para echarla de su casa.

Clarke abrió los ojos asustada, y saltó mirando a su alrededor intentando averiguar dónde estaba pues no se parecía en nada a su pequeña habitación en el club. Finalmente clavó su mirada en los oscuros verdes encendidos de ira de Lexa y sintió un escalofrío al verla, su rostro frío e impasible, su gesto de desprecio en sus rasgos y sus ojos que reflejaban odio, era una imagen realmente aterradora que consiguió avergonzarla y ponerla nerviosa. ¿Cómo explicarle qué motivos la llevaron a meterse en su cama? La tomaría por loca. No pudo evitar comparar el rostro que tenía delante con el rostro de la fotografía, tan distinto. Una sola persona podía expresar emociones tan distintas con solo una mirada, daba realmente pavor.

Se levantó como pudo de la cama pues le temblaban las piernas, y no solo porque Lexa la miraba como si fuese a matarla en cualquier momento, sino porque había pasado toda la noche fuera del club y Finn le pediría la retribución, una noche fuera era mucho dinero perdido, dinero que ella no tenía y no podía pagar.

Volvió a mirar a Lexa a los ojos, sin darse cuenta de lo mucho que su mirada la perturbaba, durante unos segundos ninguna dijo nada, mirándose. Tan distintas, de mundos tan opuestos y aun así sin saberlo tan parecidas en su interior, ambas sufrían, ambas lloraban de dolor por las noches. En ese momento, Clarke decidió que no podía volver al club, no sin dinero y, sin duda ella no tenía la culpa de haber pasado la noche fuera, la culpable era esa mujer castaña que se había dormido cuando tenía que devolverla a su puesto de trabajo, como era su culpa, sería ella quién pagase el precio.

Si Lexa no hubiese estado tan sumida en su idea obsesiva de haber perturbado a Costia metiendo a otra mujer en su cama, quizás habría comprendido que esos ojos aguamarina que la miraban con una mezcla de miedo y curiosidad eran los ojos de Clarke Griffin. Finalmente fue la castaña quien rompió ese incómodo silencio, dispuesta a echar a esa mujer que se había atrevido a meterse con ella en la cama sin su permiso.

-No creo haberla invitado a quedarse, y mucho menos en mi cama, ahora márchese de aquí, no quiero verla nunca más ¿Quedó claro?

-Yo me iré, pero antes dos cosas. La primera es que no puedo irme sola, yo no tengo coche y como ves vine con lo puesto, no puedo coger un taxi para volver, sino me habría ido anoche.

Caso abiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora