Los pedazos de mi corazón

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La semana pasaba lenta y tediosa, sin poder salir de esas cuatro paredes que la mantenían presa, sin poder dejar de moverse de un lado a otro, dando vueltas, rumiando pensamientos que escapaban a su control.

Lexa era un monstruo, un titán de los negocios que no titubeaba ante la idea de destruir vidas ajenas a cambio de unos cuantos millones, dinero que por otro lado no necesitaba ya que disponía de un gran capital, una mujer sin alma y sin corazón, debía odiarla pues gente como ella la habían llevado a ese infierno que era su vida, la habían llevado a pasar meses en un sótano oscuro, un lugar que aún visitaba en sus pesadillas.

Y aun sabiendo lo que era Lexa, su corazón se aceleraba al pensar en ella, en sus ojos verdes, en el olor que desprendía, en su mirada cargada de incógnitas y sobre todo en sus labios, esos labios perfectamente suaves y dulces, esos labios del color de las llamas, esos labios de los que no se pudo despegar.

Ese beso robado ocupaba cada rincón de su mente, el sabor completamente adictivo de esa boca. Solo con recordar un fragmento de ese beso su alma se partía en dos y su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Lexa era un monstruo sin alma pero ella estaba completamente enganchada a la morena, como una droga la absorbía, la envolvía con ese magnetismo inexplicable que tenían sus ojos.

Intentó dejar de pensar en ella por un momento, no podía quitársela de la cabeza, se colaba en su mente, en sus sueños, en cada rincón de su cerebro. Desesperada se hundió en su cama, intentando no derramar lágrimas de frustración y sus ojos se toparon con la cámara de fotos, la cámara de Lexa. Todo lo recordaba a la castaña de manera alarmante. De pronto recordó a su hijo y las mil fotos que le sacó, cogió la cámara para verlas y pensar en él, para quitarse a Lexa de la cabeza.

Encendió la cámara y nada más entrar en la galería de las fotos, se le dibujó una sonrisa en el rostro al ver a su pequeño, inmortalizado en una imagen. Fue pasando las fotos sin dejar de sonreír, maravillándose de lo grande que estaba Jake, de sus ojos cada vez más grandes y azules, de lo mucho que se parecía a ella en sus facciones, excepto en sus cabellos, oscuros como el chocolate, oscuros como los de Lexa.

Cerró los ojos y contuvo el aliento, no podía volver a caer en lo mismo, debía dejar a la castaña atrás, ella era solo un cliente, parte de su trabajo, no podía tenerla en la mente todo el tiempo. Contó hasta diez, se relajó y volvió a mirar las fotos de su pequeño, volvió a sonreír tiernamente, llena de amor y afecto por su hijo, hasta que se acabaron esas fotos y la imagen de Lexa sentada sobre la arena en su tarde de playa apareció en el aparato cortando su aliento. Su mente racional le decía que apagara la cámara, que no se torturase con eso, mas su corazón enloquecido fue pasando una a una las fotografías, recreándose en las facciones hermosas de Lexa, en sus ojos verdes, en sus gestos, fingiendo que no la veía, que no se daba cuenta de que le estaba haciendo fotos y, finalmente, ambas juntas en la misma imagen. Se vio a sí misma al lado de la castaña, sus ojos aguamarina estaban resplandecientes, sus mejillas sonrosadas, teñidas de rubor ante el suave contacto de la otra, miraba a la cámara fijamente y su sonrisa brillaba, emocionada y feliz, ¿Realmente había sido un momento tan dichoso? Sin duda no recordaba uno mejor en todos esos años, exceptuando el momento en el que Jake nació, su hijo y Lexa eran lo mejor que le había pasado. Fijó sus ojos en el rostro de la castaña, no miraba a la cámara como ella, sus ojos estaban fijos en su rostro y en sus labios había dibujada media sonrisa, no era forzada, era natural, era la sonrisa de alguien que había olvidado como hacerlo. La estaba mirando y sus ojos seguían siendo una incógnita. ¿Qué estaba pensando? ¿Por qué la había besado? Era tan dulce, tan magnífica y a la vez un monstruo.

Amargas lágrimas se deslizaban por las mejillas de Clarke, contemplando esa fotografía y descubriendo con dolor y asombro por qué no podía quitarse a Lexa de la cabeza. Estaba completamente enamorada de la castaña. Se había colado en su interior con gestos amables, con momentos felices, la había enamorada con su mirada esmeralda y su sonrisa, se había enamorado de un monstruo y eso la llenaba de miedo.

Caso abiertoWhere stories live. Discover now