Capítulo 23

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CAPÍTULO 23

Un par de golpes en la puerta la sacaron de su ensimismamiento. Madison llevaba un par de horas encerrada en su habitación, después de haber sostenido una fuerte discusión con Patrick en su empeñó para que entrara a la oficina que había sido de su abuelo y de su padre, y el dolor de cabeza al fin empezaba a dimitir.

Los golpes en la puerta se repitieron, esta vez más insistentes, y una voz les siguió.

—Madison, tienes una visita —anunció Martha.

Madison pensó en Edmund Rochester, seguramente sería él, y abrió la puerta de su habitación con desgana.

—¿Quién me busca? —preguntó.

—Es Bradley Donovan.

—¿Quién?

­—El alcalde.

Madison abrió los ojos de par en par. ¿Para qué querría verla el alcalde?

—¿Te dijo que quería?

—No, sólo dijo que necesitaba hablar contigo.

—Bien, ¿puedes decirle que ya bajo a verlo?

Martha se mostró algo nerviosa.

—Lo hice pasar a tu oficina —recalcó Martha—. Te está esperando allí.

Martha se marchó antes de que Madison asimilara por completo lo que le había dicho. ¿Era una broma? ¿Acaso Martha y Patrick se estaban empeñando en provocarle una crisis nerviosa? Sintió como su dolor de cabeza volvía, respiró profundo en un vano intento por relajarse y se encaminó a hablar con el alcalde.

Las puertas corredizas de la oficina estaban entreabiertas y una luz tenue salía del interior. Madison vaciló en la entrada y apenas cruzó el umbral un aroma conocido la inundó. Posó su mirada en las estanterías de cedro que ocupaban dos de las paredes, de piso a techo, y contuvo las ganas de tocar con los dedos los lomos de los libros.

 Bradley Donovan estaba sentado en un sillón largo color café que se apostaba al costado izquierdo de la habitación. Lucía un traje gris, y una corbata color amarillo sobresalía del resto de su vestimenta. Apenas vio a Madison se levantó, brindándole una sonrisa que hizo más visibles las arrugas alrededor de sus ojos.

Tenía un rostro amable, a primera vista parecía buena persona. Madison le devolvió la sonrisa.

—Señor alcalde —dijo—. Un gusto conocerlo —y con un gesto de la mano volvió a invitarlo a que se sentara.

—El gusto es mío, señorita Taylor. Es un placer conocerla al fin. Me atrevo a decirle que soy un seguidor de su trabajo, sus pinturas son extraordinarias.

—Le agradezco el cumplido.

—Ningún cumplido, sólo la verdad —Bradley Donovan volvió a sonreír.

—¿A qué se debe el honor de su visita?

Madison no quería andarse con rodeos, dudaba mucho que el alcalde hubiera acudido a Field of Angels únicamente para alabar su trabajo.

—Bueno, en Philipsburg es una tradición realizar anualmente un baile de gala…

«El baile de gala. ¡No!», pensó Madison, realmente esperaba no tener que ir.

—Su abuelo era un invitado de honor, además de que ayudaba a recaudar fondos para distintas asociaciones benéficas y generosamente aportaba una…

—Está aquí por el dinero —lo interrumpió Madison, después de todo tal vez no tendría que ir al famoso baile—. No se preocupe por eso, señor alcalde, el cheque será recibido puntualmente.

Sabía bien que su abuelo tendía a realizar donativos cada año, ella no sería la excepción. El alcalde lucía algo incómodo.

—Agradecería su aportación, obviamente. Aunque también esperábamos que nos honrara con su presencia.

«Ay, no».

—Pues… —comenzó Madison, pensando en algún pretexto para excusarse.

—Entiendo que debe tener muchas ocupaciones —continuó el alcalde—. Pero debe saber que su presencia en el baile nos ayudaría a obtener más donaciones. Hay gente interesada en conocerla, no todos los días tenemos en Philipsburg a una pintora de renombre, y planeamos abrir una nueva ala en el hospital dedicada únicamente a la pediatría.

Ahora la que lucía incómoda era Madison. Guardó silencio por un momento.

—Me encantará asistir al baile de gala —aseguró, dándose por vencida en salirse con la suya y evadir el compromiso.

—¡Perfecto! —el alcalde tomó un portafolio que hasta ese momento Madison no había visto y sacó un sobre—. La invitación está dentro —dijo tendiéndoselo a Madison.

—Bien —Madison se levantó justo en el momento en que Martha entraba a la oficina, después de anunciar su llegada tocando la puerta.  

—Me preguntaba si querían algo de tomar.

—Yo estoy bien —dijo Madison, y dirigió su atención a Bradley Donovan, quien en ese momento miraba fijamente a Martha—. ¿Desea algo de tomar, señor alcalde?

—No. Estoy bien, gracias.

Quizá había sido su imaginación, pero Madison notó cierto nerviosismo en Martha y también en el alcalde. Madison los observó atenta, primero a uno y luego a otro, ahí había algo raro. El alcalde se levantó y comenzó a despedirse.

—Señorita Taylor, gracias por tomarse la molestia de atenderme, ha sido un gusto conocerla.

—El gusto ha sido mío, nos vemos en el baile —dijo Madison, y se volteó hacia Martha para que acompañara al invitado a la salida, pero ya no estaba—. Lo acompaño a la puerta.

Momentos después, Madison sostenía entre sus manos el sobre con la invitación al baile, pensó en quién podría ir con ella y un único nombre vino a su cabeza: Patrick. ¿Querría él acompañarla?

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora