CAPÍTULO VEINTICINCO

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La enfermera sale a despedirnos y por más que ruedo los ojos, no desaparece. La joven está claramente embelesada con Harry.

Harry agarra la mano de Minnie y deposita un beso en ella, acto seguido hace lo mismo con la joven, que parece que se desmayara ahí mismo. No puedo evitarlo, pongo los ojos en blanco otra vez.

El auto de James es viejo y pequeño. Nos apretujamos en el asiento delantero y por desgracia, quedo en medio.

Para mi sorpresa, James es un conductor precavido. Tal vez demasiado. A penas y acelera. Hace los cambios con rapidez y precisión, sin precipitarse en lo más mínimo.

Harry llevaba puesto unos pantalones de algodón y una camisa de cuadros que le había dado James. A pesar del chichón que tenía en la frente, su delgadez y lo escarapelada que tenía la piel, todavía me parecía guapo. «El amor es una mierda» pienso con rencor. Vuelvo la cabeza pa observar a James. Se ha dejado crecer el pelo y le cae sobre los ojos. Se lo aparta y continua mirando el camino con concentración imperturbable. «¿Por qué no pude enamorarme de él? -me pregunto con amargura-. James es fiel como un perro. Seguro que él no me habría dejado a mi suerte».

Pero le falta la valentía bruta de Harry. «Quieres a Harry -dice una voz burlona-. Lo quieres a él y a nadie más».

Abandonamos la carretera pera internarnos en un amplio camino de tierra.

-La casa de nan está un poco lejos de la cuidad, cerca de la playa -informa James-. Les gustará, es muy tranquilo -dice con calma. No decimos nada por el resto del camino.

Me cruzo de brazos y rozo a Harry. Me aparto de inmediato como si me hubiera sufrido una descarga eléctrica y me apoyo en James, quien me voltea a ver y me guiña un ojo con chulería. Harry se aclara la garganta ruidosamente, revelando sus celos. Sé que James no está coqueteando conmigo; cuando pretendía ser Edmund también me guiñaba y a veces, hasta me lanzaba besos. Es sólo su manera de ser. Aunque no puedo decir que me desagradan los celos de Harry.

Los árboles dejan de bordear el camino y a parece ante nuestros ojos una alegre casa victoriana de dos plantas. No tiene aspecto lujosos como la casa de mi abuela, sino más bien pintoresca y cuidada. Cuando James se estaciona enfrente y apaga el motor, de la casa sale una mujer atlética de unos cincuenta años seguida por dos chicas rubias, una muy joven, de tal vez trece, y la otra de veinte. Las dos son muy altas, tal vez casi tanto como yo. Nos bajamos.

Al parecer la enfermera no es la única jovencita cautivada por la decadente belleza de Harry, porque cuando éste saluda a la chica más joven ella se sonroja hasta las orejas. La otra no le hace mucho caso, pero a mí me lanza una mirada llena de interés.

-Ella es Margaret, mi abuela. Él es Harry y ella es D-

-Ana Clark -lo interrumpo antes de que diga mi nombre falso-. Un placer, señora.

-Éstas son Mónica -dice señalando a la más joven-, y Sara.

Sara es la primera en hablar después de lanzarme una mirada de arriba abajo.

-Oh, querida -gime y agarra la manga del feo vestido amarillo-. ¿Por qué traes puesto éste trapo?

-Déjala en paz, Sara -le espeta James al tiempo que Margaret le lanza una mirada a su nieta.

-No seas grosera, Sara -le dice Margaret con severidad.

-Es el único trapo que me dieron -contesto con el ceño fruncido.

-Por ahí hubieras empezado. Ven, te prestaré algo. Mónica y yo cosemos. Estamos tan aburridas aquí.

Volteo a ver a los chicos con completo horror. James levanta los pulgares mientras que Harry aparta la mirada y vuelve su conversación con Margaret.

Sara me lleva al cuarto que comparte con Mónica y hago de su nueva muñeca: me toman medidas, me visten a su antojo y me prueban sombreros. Por suerte, en menos de veinte minutos (que me parecen siglos), James me rescata.

-¿Nadie desnuda? -pregunta entrando con los ojos tapados-. Ya me tengo que llevarme a Ana. Para que se acomode en su cuarto.

-Un ratito más -dice Mónica con voz quejosa.

-Dos minutos, estaré esperando afuera.

Las chicas me ayudan a meterme en un vestido sencillo que confeccionó Sara. Es de suave tela, sin mangas y la falda me llega dos dedos por debajo de la rodilla.

-Te quedo perfecto -dice Sara y me entrega el vestido amarillo-. Ahora, quema está cosa.

-¿Te gustaría quemarla tú? -le pregunto sonriendo. Sara se lleva una mano al pecho.

-¿Me harías ese honor? -pregunta con voz chillona-. Mónica, hay que echar más leña en la chimenea.

La chimenea sisea cuando el vestido es aventado. Lentamente las llamas lo consumen hasta volverlo ceniza. James llama a la puerta.

-¡Rápido!

-Nos vemos en la cena, chicas -les digo y salgo. Cuando salgo al pasillo James me está esperando cerca de la escalera. Le lanzo el sombrero de tejón que traigo en la cabeza y le da de lleno en la cara.

-¿Qué? -pregunta escupiendo pelo.

-Si me vuelves a dejar sola con aquel par de bonitas guacamayas te castraré -le digo y le lanzo quito el sombrero de las manos para golpearlo en el brazo varías veces con él.

-¡Basta! ¿Por qué tanta agresividad? ¿Acaso estás en tus días?

-¡Y si así fuera qué! -le grito. Eso lo calla.

Nos encontramos a Harry al pie de la escalera, comiendo una galleta y sosteniendo una taza de té humeante. No me aparta los ojos de encima mientras desciendo por la escalera.

-Te vez bonita -murmura. Lo fulmino con la mirada.

-Sí -concuerda James, inspeccionado mi cuerpo-. ¡Casi pareces una chica!

-Que los follen, ineptos -les digo aunque siento la cara caliente.

James nos conduce al jardín y señala a una casita pintoresca que está a unos metros de la entrada.

-Dormirán en la casa de invitados, pues todos los cuartos de la casa están ocupados.

-¿Compartiremos habitación? Aprecio lo que estás haciendo por nosotros, James pero...

-Puedes dormir conmigo si quieres -ofrece James.

-¿Hay un sofá? Puedo dormir en el sofá -dice Harry apresuradamente.

-Sí. Esa es una mejor idea. Te quedas con la cama, Clark.

-Gracias.

-De nada.

-Iré a ver qué hará mi abuela de comer -informa James metiéndose otra galleta en la boca-. A las seis se sirve la cena. Sean puntuales porque sino se quedan sin tragar -Y con eso se esfuma.

Entro a la casita y Harry me sigue de cerca.

-Esto es ridículo, Ana -dice Harry cerrando la puerta detrás de él. Lo ignoro y me dirijo directamente al cuarto del baño. Harry va detrás de mí como perrito perdido.

Le cierro la puerta del baño en las narices. Harry llama tres veces, pero sin insistencia; no le abro. Un minuto después escucho los resortes de la cama. Siento el corazón acelerado.

«Sólo tres semanas. Tres semanas y estaré en casa».

DUNKERQUE → Harry Styles. (Dunkirk) / TERMINADAWhere stories live. Discover now