CAPÍTULO DIECINUEVE

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Nos quedamos viéndonos sin decir nada hasta que la enfermera rompe el silencio.

-¿Se conocen?

-¿Smith? -pregunta James con voz chillona. Me cubro la boca con la mano pero no a tiempo para reprimir un patético sollozo. Corro hacia él y lo abrazo por la cuello. Tengo la vista tan nublada por las lágrimas que la enfermera detrás del mostrador no es más que una figura desdibujada en la distancia.

-Horan, hijo de puta. Pensé que estabas muerto.

-Pensé lo mismo de ti. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué usas vestido?

La enfermera ha salido de detrás del mostrador y sonríe falsamente.

-¿De donde conoces a Daisy? ¿O conocías a su esposo? -Toma a James por el brazo pero él se aleja de su toque.

-¿Daisy? -pregunta James arqueando mucho las cejas-. ¿Esposo? -pregunta todavía más confundido.

-Tenemos tanto de que hablar, queridísimo amigo -digo y lo agarro por el otro brazo. No recuerdo si es el brazo malo pero James no hace ninguna mueca: sigue boquiabierto y confundido.

-Pero íbamos a ir a desayunar -dice la mujer con voz quejosa. La decepción está escrita en su atractivo rostro. Al parecer tiene la esperanza de que podría llegar a tener algo con James, pero conociéndolo, se aburrirá de ella a las dos semanas y terminará con un corazón roto. «Lo único que me interesa de ti es lo que tienes entre las piernas», estuve a punto de decirle.

-Luego -se despide James distraídamente. Su mirada sigue clavada en mí; parece asustado, como si fuera un fantasma que emerge del sótano, aullando. Parece que, al igual que yo, había deducido que había muerto. Lo conduzco al comedor medio vacío y nos sentamos en una de las mesas apartadas, junto a la ventana que da al cuidado jardín. Abro la boca para decir algo pero la cierro de inmediato; no sé que decir. Bueno quiero decirle lo feliz que estoy de verlo pero las palabras se me atascan en la lengua y no le llegan a mis labios. James parece tener el mismo problema, pues su boca se abre y medio cierra varias veces. Por suerte somos interrumpidos por Emilia y Phoebe, las simpáticas enfermeras que cuidaron de mí el primer día.

-Hola, Daisy. ¡Feliz cumpleaños, querida! -chilla Emilia, dejando un pastel de chocolate diminuto en la mesa. Tiene una vela blanca clavada en el centro.

Se me había olvidado que me había inventado una fecha de cumpleaños. La verdad, ni siquiera sé que día es hoy.

Phoebe se sienta en el brazo de mi silla y me abraza maternalmente por los hombros. Después de que Emilia encienda la vela y entonan una canción de feliz cumpleaños afinadamente. James no se les une y su boca todavía sigue medió abierta. Apago la vela y les sonrió a las chicas.

-Muchas gracias.

-Disfrútalo, querida -dice Phoebe y se van.

James cierra la boca por fin pero poco después la vuelve a abrir, y está vez sí salen palabras.

-Feliz cumpleaños -Suena más como una pregunta que como una felicitación.

-No es mi cumpleaños, James -gruñó con exasperación-. Es mentira. Tampoco me llamo Daisy.

La cara de James se ilumina.

-Así que no eres una chica.

-No. Sí, soy una chica -afirmo y James arquea las cejas: me está mirando descaradamente el corpiño-. Una sin tetas, sí. Mentí. Si se enteran de que me infiltré en la Fuerza Expedicionaria...

-Te matarán -dice James horrorizado. Asiento con la cabeza-. ¿Y cómo te llamas?

-Ana -respondo y volvemos a subirnos en un tenso silencio. Quito la vela del pastel y le doy una cuchara a James-. ¿Quieres? -pregunto señalando al pastel. No se lo tengo que preguntar dos veces: James se abalanza sobre el pastel.

Es extraño. Sentarte en una mesa a compartir pastel con un amigo que pensaste muerto. El dolor de cabeza vuelve. James todavía tiene los ojos muy abiertos.

-Una vez tuve una novia llamada así -comenta distraídamente engullendo otra cucharada de pastel. «Sigue siendo el mismo chico glotón que habla sin detenerse a pensar, me alegro»-. Me corto cuando le pedí que tuviéramos... que hiciéramos cosas incoherentes.

-Puedes decir sexo enfrente de mí, James. O follar. O las groserías que se te vengan en gana.

James asiente con la cabeza pero un momento después deja caer la cuchara y se cubre la cara con las manos. «¿Va a llorar? Por favor no» pienso. Nunca he sido muy buena consolando a los demás.

-Ugh. ¡No puedo creer que eres una chica! -grita tan fuerte que atrae la atención de unos médicos sentados del otro lado del comedor-. ¡Hice pipí enfrente de ti, que vergüenza!

-Eso mismo dijo Harry.

James sonríe.

-Hablando de Harold, ¿dónde está?

Mi sonrisa se cae y la de James le sigue un segundo después.

-Muerto.

Para mi sorpresa, James no se echa a llorar de inmediato, sino que su cara de torna inexpresiva como una máscara de nieve.

-¿Lo mataron?

-No lo creo.

-¿No estás segura?

-Nos subimos a un bote... hace una semana tal vez -No menciono a Cole. James tampoco pregunta por Garry, lo cual es un alivio-. Creo... No. Sé que me golpeé la cabeza. Creo que perdí el conocimiento. El chico que me rescató dijo que encontró el cadáver de Harry cerca.

Me doy cuenta de tal vez debí de escoger mejor mis palabras porque la cara de James se pone todavía más roja. Alargo la mano y agarro una suya. Finalmente deja caer una lágrimas pero se las limpia rápidamente con la manga del suéter.

-A Harry no le hubiera gustado que llorará -dice con determinación.

Me toma por sorpresa la facilidad con la que James toma la muerte, siempre pensé que era un chico sensible. James alarga la otra mano y toma mi mano libre hasta que estamos agarrados.

-Me alegra que estés con vida, Smith -dice. Sé que es sincero y siento mi corazón hundirse. Me siento muy tonta porque los ojos se me llenan de lágrimas. «Deja de ser una niñita, idiota».

-Yo también, Horan. Ven aquí -James se recorre hasta quedar a mi lado y lo abrazo con fuerza.

Más tarde James y yo volvemos del jardín. No había salido más que una vez. No hablamos de la muerte, ni de Harry ni de la guerra. En realidad, sólo de Irlanda. El abuelo de James era historiador y él tiene mucho que contarme sobre el país.

Entramos al vestíbulo de nuevo. La enfermera que coqueteaba con James en la mañana sigue en su puesto. Cuando nos ve llegar sonríe... a James.

-Disculpe, señorita -la llama un hombre cuando está por venir hacia nosotros.

La enfermera le lanza una mirada al hombre y éste se quita el sombrero.

-Buenos días, señor -dice secamente.

-El chico... ¿Ya despertó? -pregunta el hombre estrujando el sombrero entre las manos nudosas.

-Todavía no, señor -responde cortante. La enfermera parece ansiosa por deshacerse del pobre hombre. Pero cuando aparece una anciana enfermera la chica recupera la sonrisa-. Minnie -la llama con suavidad-. Este es el valiente hombre que rescató a tu guapo paciente.

Minnie le sonríe amablemente al hombre.

-¿Sabe cuál es el nombre del joven, señor?

-No, señora. Yo lo encontré en el mar. Pensé que estaba muerto. Reaccionó después de darle respiración.

-¿No dijo nada?

El hombre parecía estar haciendo memoria.

-Dijo algo de Ana. Ana con una ene o algo así. Creo que estaba delirando.

Corro hacia el hombre y lo agarro por las solapas del abrigo.

-¡Tal vez es Harry! -chillo y me vuelvo a la anciana-. ¡¿Dónde está?!

Seguro que tengo ojos de loca porqué todos retroceden un paso.

DUNKERQUE → Harry Styles. (Dunkirk) / TERMINADAOù les histoires vivent. Découvrez maintenant