Estamos en quiebra

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Capítulo II.
El sonido de la puerta abriéndose hizo que Miley saltara de la silla.

-Hola –la dulce sonrisa de John se encontraba al otro lado. –Oí por ahí que llegaste una hora tarde ¿Qué pasó?

-Me asustaste –jadeó mientras se tocaba el pecho.

-Perdón, ¿Vas a contarme? –insistió.

-Simplemente me quedé dormida, eso es todo –respondió tensa-. No tienes porque darme un sermón. Sé que aunque la empresa es nuestra no tengo derecho a ningún privilegio.

-Claro que lo tienes –se burló- Me alegro de que hayas descansado, princesa, ya te hacía falta.

-John, ¿aún eres amigo de esa chica que fue tu novia en el bachillerato? –preguntó la morena.

-¿Cuál?

-Aquella que estudiaba el significado de los sueños.

-¿Annie? Lo último que supe de ella fue que se mudó a Chicago, debo de tener su teléfono por ahí. ¿Lo necesitas?

-No, no te preocupes. Era una tontería.

-Está bien. Si ocupas algo ya sabes dónde encontrarme.

Miley suspiró, ese sueño había sido solo eso: Un sueño. No podía permitir que la pusiera paranoica.
* * *
Los Ángeles, California.

Justin suspiró sonoramente mientras entraba al edificio. Su padre había llamado hace unas horas. Su padre nunca llamaba, debía ser algo importante.

Entró con paso lento, no le afectaba que tanta urgencia pudiera tener su padre para hablar con él, Ahora que lo pensaba bien no podía ser algo de vida o muerte; si no claro no hubiera ocurrido a él si no a Derek.

Mientras avanzaba notó la mirada de cada mujer en el edificio sobre él; sobre su pecho, su abdomen, su trasero, su cara, sobre el bulto en sus pantalones que jamás pasaba desapercibido, recorriéndolo de pies a cabeza mientras que él solo sonreía.

Las mujeres eran tan predecibles.

-Señor Bieber –carraspeó la secretaria al verlo entrar, estaba sorprendida; él nunca pisaba las Oficinas Bieber.

-Mi padre habló. Supongo que le dijo que vendría ¿puedo entrar?

-Señor Bieber yo creo que lo mejor sería llamar para saber si está ocupado y…-dijo mientras levantaba el auricular, pero ya era tarde; Justin se dirigía a la oficina de Jeremy.

Justin abrió la puerta sin ningún signo de delicadeza, interrumpiendo así la llamada de su padre.
-Un imprevisto a ocurrido, hablo después contigo Tom –pronunció Jeremy antes de finalizar la llamada.
Justin soltó una risa mental, así es como lo llamaba su padre: Un imprevisto.

-Jeremy –dijo seco.

-Justin –contestó de la misma manera él.

-¿Vas a decirme para qué me llamaste? Sabes que tus oficinas me provocan dolor de cabeza.

-Todo lugar te lo provoca, excepto los bares al parecer.

-¿Me llamaste acaso para hablar de lo que hago con mi vida? ¡Por favor! Si esa charla ya está gastada –retrocedió furioso dispuesto a salir del lugar-. Ya me has dicho cuanto te avergüenzo como hijo, ya te he dicho yo que trataré que la prensa no me caché cuando hago algo indebido. Pero lo siento Jeremy, ¡tu hijo Justin sale en el noticiero porque lo vieron cayéndose de borracho en una cantina! Si quieres a alguien que salga para recibir medallas y reconocimientos… habla con Derek.

-Espera –lo detuvo- No niego que me moleste eso, pero no es de lo que quiero hablar.

Justin suspiró frustrado mientras volvía a incorporarse y señalaba una silla.

-Puedes sentarte –dijo Jeremy.

-No te estaba pidiendo permiso.

-¿¡Podrías dejarte de tonterías y escucharme!?

El rubio se acomodó en el asiento mientras le dirigía una mirada, indicándole que podía proceder.

-Hace dos años la empresa empezó a bajar de popularidad, las personas preferían otras compañías y entonces tuvimos una pequeña crisis por la cual yo tuve que pedir un préstamo. Después de unos meses…

-¿Podías ir al grano? –preguntó harto. El dolor de cabeza se estaba convirtiendo en jaqueca.
Jeremy suspiró. A Justin nunca le habían importado los hoteles Bieber, lo único que era de su interés era el dinero que le llegaba cada quincena. Bueno ahora debería preocuparse porque era casi seguro que ese dinero ya no llegaría. Ya no más lujos. Ya no más fiestas.

Y tampoco explicaciones. Ni delicadeza.

-Estamos en quiebra. 

{New York City}

Miley se frotó los ojos mientras despertaba. Ese sonido… ¿De dónde provenía?

I got a pocket, got a pocket full of sunshine, I got a love and I know it’s all mine Oh, Oh, Oh. Do what you want but you never gonna break me…

¡Su celular! ¡Era su celular! ¿Dónde estaba?

Entonces lo localizó a unos metros sobre el escritorio lleno de papeles, vibrando y sonando con el aturdidor coro de Pocket full of Sunshine, corrió logrando poder contestarlo antes de que fuera quien fuera quien la estuviera llamando colgara.

-¿Hola? –pronunció aún soñolienta.

-¿Miley? ¿Eres tú? ¿Enserio estabas dormida?

Entonces fue cuando todo el peso de la pregunta la aturdió. Había dormido. Toda la noche. Ahora que se ponía a pensar mejor… sentía los músculos relajados y la cara mucho más fresca (tan fresca como se puede estar cuando uno acababa de levantarse asustada a causa de una canción tronadora)

Hizo una nota mental: Debía cambiar el tono de llamada.

-¿Miley, sigues ahí?

Entonces reconoció la voz: Emma Stone.

-Sí, sí, lo siento. Yo… supongo que los medicamentos por fin están haciendo efecto –mentía. Había tirado los medicamentos a la basura hace una semana.

-Me alegro. Ya estoy en Nueva York, ¿Podríamos vernos para comer?

¿Comer?

Fue cuando revisó la hora.

2:00 p.m. ¿Cuántas horas había dormido?

Recordaba la noche anterior, llegando agotada desde la agencia de diseño de interiores, preparada mentalmente para otra noche de películas. Sentía los parpados pesados. Llegó a su mente su reflejo en el espejo: ojos hundidos, escondidos detrás de unas inmensas y oscuras ojeras, la piel morena careciendo de su color latino y bronceado, Cyrus jamás se había considerado bonita, lo que vio en el espejo la hizo desesperarse aún más. Dos de sus amigas estaban casadas, varias comprometidas… o al menos tenían una pareja sentimental ¿Cuándo alguien se iba a fijar en ella?

Recorrió su habitación con la mente lejana, se recostó sobre el colchón después de ponerse el pijama y prendió el televisor… eso era lo último que recordaba.

Suponía que se había dormido antes que la película empezara.

-Eh… yo… -por dios, estaba hablando como tara.da.- Sí, ¿en dónde nos vemos?

-Olive Garden, en una hora ¿te parece?

-Perfecto. Te veo ahí.

Miley volteó comprobando de nuevo la hora. Debía olvidar todo y pensar en lo feliz que se sentía ahora: Había descansado. Se iba a ver con su mejor amiga. Y su trabajo iba de lo mejor, tanto que hoy le habían dado el día libre.

Se preparó para darse una buena ducha y elegir su ropa para así poder llegar puntual. Ayer se había muerto de la pena cuando medio edificio la vio llegar tarde. No quería que pensaran que por ser dueña ella tenía derecho a llegar a la hora que le diera la gana, siempre había tratado de comportarse como cualquier trabajador y la conducta de ayer junto que no recibió ningún castigo probaban que ella sí tenía privilegios, tal y como había dicho John.

Entro a la regadera y dejó que el agua se llevara todo lo malo de la semana: el insomnio, la impuntualidad, su reflejo en el espejo, aquel taxista que le cobró más de lo que debería, y al sueño que ella clasificaba mejor como pesadilla.

¿Por qué no podía dejar de pensar en aquella voz y en aquel sueño?

En las sensaciones que provocaba él en su piel, aunque bien sabía que “él” no existía.
Y eso, eso era lo que más le entristecía.
~°~

-¡Emma! –gritó mientras abrazaba efusivamente a su amiga.

Miley había conocido a Emma en la preparatoria y al instante se dieron cuenta que eran idénticas, poseían gustos iguales en música, artistas, ropa y hasta el deseo de estudiar la misma carrera. Emma se convirtió en la hermana que nunca tuvo Miley. Ella siempre había adorado a sus hermanos, pero ninguno era mujer y por lo mismo… ninguno la entendía al 100%

-¡Miley! Te extrañaba tanto.

-¡Yo no fui la que se fue de viaje sin celular! –le reprochó.

-Ya te expliqué lo que pasó, no me hagas pagar por ello. Cambiando de tema… ¿Sabes? estaba pensando que después de aquí podríamos ir a un establecimiento que queda cerca de mi casa. Vas a morir cuando pruebes el café que sirven ahí, es el mejor de todo el planeta.

Miley asintió, el café nunca fue una de sus bebidas favoritas, en especial después de darse cuenta que podría ser un provocante de su insomnio, pero había dormido bien toda la noche y parte del día… una taza no haría daño.

-Me encantaría.

-¡Genial!

-Cuéntame ¿cómo estuvo tu viaje?

-Ni te imaginas… México tiene unas playas preciosas, debemos ir juntas alguna vez. Sé que no te gusta el mar, pero puedes quedarte por ahí conquistando hombres mientras yo nado en el océano.
-¿Yo conquistando hombres? Buen chiste Em.

-¡Que boba eres! Te acabo de invitar a México y lo único que sacas de la conversación es eso – la rubia negó con la cabeza, siempre le había molestado la inseguridad de Miley.

Después de terminar sus platillos, y pagar la cuenta se dirigieron al café del cuál Emma había hablado.

-Luce acogedor para ser un restaurante.

-No es un restaurante, solo sirven café y bizcochos. Pero sí, es muy acogedor.

Miley se quedó analizando la estructura, si no fuera por el gran letrero que decía “Coffee Shop” podría pasar bien como una casa común pero bonita. Las paredes cubiertas de ladrillos y los ventanales grandes con plantas en ellos le recordaron a Miley el lugar donde pasaba su infancia: la casa de su abuela. Sí, de verdad lucía muy hermoso el lugar.

Cuando entraron algo en el interior de la morena se estrujó… más bien fue como un jaloneo. Como si algo o alguien dentro de aquel lugar esperara por ella…

El farsante (Miley Cyrus & Justin Bieber) ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang