Cuando salí del portal, vi como Mario venía corriendo hacia mi.
-Buenos días, perdona el retraso, me he quedado dormido...
¿Cómo estás?
Me eché a llorar, de nuevo.
Pobre, se está tragando todas mis penas, no quiero hacerlo pasar por esto. -pienso
-Ei, Miranda... No te vengas abajo, por favor, odio verte llorar.
-La echó de menos, ella era lo más grande que tenía, ni siquiera pude decirle adiós.
-No es culpa tuya. Tienes mi apoyo, habla conmigo cuando necesites hablar, cuando quieras, como si te apetece llamarme a las cuatro de la madrugada, te voy a escuchar, te voy a ayudar. Si necesitas fuerzas, abrazame fuerte, yo te voy a consolar, yo voy a estar contigo.
Aquellas palabras me han hecho sentir bien, no sé si reír o llorar, estoy atrapada entre dos muros.
-Mario yo... creo que es mejor que esté sola un tiempo.
-Eso es exactamente lo que no necesitas. En realidad tú no quieres estar sola.
-Te estás tragando todas mis lágrimas, no quiero que pases por algo así, no quiero que te afecte a ti.
-A mi lo que me afecta es que te afecte a ti. Necesitas apoyo, alguien a quién contarle tus sentimientos.
Dices que quieres estar sola, para que yo no me preocupe; pero en realidad lo que me preocupa es como estás. Sé que estás sufriendo pero ahora me necesitas más que nunca y lo sabes. En estos momentos son en los que necesitas amigos de verdad.
-Pero... no quiero que pases por algo por lo que no debes pasar.
-Solo estoy ayudando a una amiga.
Miranda, confía en mi. No estás sola.
Llegamos al instituto, todavía quedaban cinco minutos para entrar. -Ahora prométeme que vas a hacer un esfuerzo por ir superándolo poco a poco. -seguía Mario esbozando una media sonrisa.
-Lo prometo. Pero nunca voy a conseguir olvidarla.
-No tienes que olvidarla, es tu hermana. Solo tienes que acostumbrarte, necesitas tiempo para asimilarlo todo bien; y para ayudarte a asimilarlo me tienes aquí.
-Gracias, Mario.
-Para esto están los amigos. Al revés, gracias a ti por dejarme ayudarte.
-Bueno, ¿tú que tal estás? -creo que ya es hora de hablar de él y dejar mi tristeza un poco de lado. Mario tiene razón, necesito tiempo.
-Bien, como siempre. Esta mañana les he hablado a mis padres de ti.
-¿Y que les has dicho?
-Que eras muy buena chica, que si podías venir a casa a cenar.
-¿Han aceptado?
-Por supuesto, pero quieren que vengan también tus padres. Les puedo decir que solo vas a venir tú, ¿que prefieres?
-Me da igual.
-A mi también me da igual.
-Creo que solo tendría que ir yo, sino causaremos muchas molestias. De todos modos, gracias por la invitación.
-No causaís ninguna molestia.
-Es que prefiero ir solo yo, de verdad. -En ese caso, de acuerdo, que pongan mesa solo para cuatro.
-Genial. ¿cuándo?
-¿Mañana por la noche, bien?
-Perfecto, se lo comento a mis padres pero me dejarán seguro.
-Mis padres te harán muchas preguntas, no te asustes, son así.
-Sí, sí, ningún problema. Estaré encantada de responderlas.