Tenía muchísima prisa.
Si no llegaba pronto a casa, mamá me castigaría sin salir durante todo el fin de semana.
Andaba lo más rápido posible.
Alguien me tocó por detrás. Me giré.
Mario.
- ¡Ei! Me has caído simpática cuando te has presentado, ¿donde vas tan deprisa?
No sabía que hacer ni que decir.
Debía hablarle, no quería que pensara que soy una maleducada.
- Voy a casa. -dije muy seriamente
-Te acompaño.
- No hace falta, de verdad vivo a unas pocas manzanas de aquí.
- Pues ya somos dos.
No tuve más remedio que callar y seguir andando.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Supongo. -dije con la cabeza baja e intrigada por la pregunta que me iba a formular.
- ¿Tienes novio?
Me quedé en shock.
- ¿Y eso a que viene?
- Curiosidad, nada más.
- No me conoces, no te importa.
Sonrió, callo y siguió andando sin pronunciar ni una sola palabra en todo el camino.
Por fin llegamos a mi portal, se me estaba haciendo eterna la vuelta a casa.
Saqué las llaves de la mochila y abrí la puerta.
No me despedí de Mario, no después de que me preguntara lo que me había preguntado hacía unos minutos.
- ¿Ni siquiera un adiós?
- Adiós.
Empujé la puerta y entré al portal.
-Miranda, antes de que te vayas. ¿Quieres quedar a dar una vuelta conmigo esta tarde?
- No tengo ganas ni tengo tu móvil.
Sacó un bolígrafo y lo apuntó.
-Ten aquí tienes.
Cogí el papel y le cerré la puerta en las narices.