Capítulo 6: Plaza del Centro

4 0 0
                                    

Cuando llegué a casa mama y Lidia estaban viendo la "tele", papa aún no había llegado del trabajo.

-Hola hija, ¿Que tal el día?

-Como todos, supongo.

-Esa cara dice que mientes. -dijo Lidia en tono burlón

-Calla enana, que no tienes ni idea de nada.

Fui hacía mi cuarto y pegué un portazo.

No quiero que nadie me moleste.

-Tiré la mochila al suelo y me tumbé en la cama. Estaba agotada.

Caí rendida.

Llamaron a la puerta, era mi padre.

-¡Vaya Miranda! Te habías dormido.

¿Un día duro?

- Sí, dejame descansar por favor.

Se echó a reír.

- Sí, mi capitán.

Y cerró la puerta tras él.

Me levanté de la cama y me puse los auriculares a todo volumen, Taylor Swift fue la que inauguró mi comienzo de hora de estudio.

Me vibró el móvil. Un whatsapp de un contacto desconocido.

¿No pueden dejarme ni un segundo tranquila?

Como sé que no me ibas a escribir lo he hecho yo. ¿Te vienes a dar una vuelta y me enseñas la cuidad?

¡Que chico tan cansino! ¿No se cansa nunca?

Tengo muchos deberes y tu también. Ya sabes lo que dicen, primero las obligaciones y luego las tonterías.

Le envié el mensaje y lo releí, me había pasado un poco aunque no me importó demasiado, ya que la pregunta de antes no tendría que haberla hecho.

Yo estaré en Plaza del Centro comprando unas cosas.

Si te acercas a verme será genial.

Me desconecté. Y me puse a hacer el resumen de biología que Ignacio nos había mandado para el próximo día.

Acabé más deprisa de lo que esperaba. Salí de mi habitación y me dirigí al comedor, estaban todos viendo una película.

- ¿Ya has terminado todas la tareas? -preguntó mama curioseada.

- Sí, a penas tenía que hacer nada.

- Ah en ese caso puedes salir a dar una vuelta con las amigas si te apetece, sino quedate en casa.

No sabía muy bien que me pasaba, por un lado estaba ansiosa por ir a Plaza del Centro con Mario pero por otra parte no me apetecía nada.

-Creo que voy a salir un rato.

- Vale, a las ocho y media en casa.

Me cambié de ropa, me peiné y cogí la riñonera, donde metí diez euros, las llaves de casa y el móvil.

Miré la hora, las seis y media ¡Perfecto! Seguro que Mario estaría allí.

Eché a correr hacía la plaza y efectivamente, estaba allí, sentado en un banco mirando la pantalla del móvil sin enterarse de nada de lo que pasaba a su alrededor.

Era un chico realmente guapo, tenía el rostro hermoso.

No vayaís a pensar que me gusta Mario, ni muchísimo menos.

Saqué el móvil y le escribí:

Mira enfrente de ti.

Al recibir el mensaje vi como se reía y levantaba la vista.

El azul de sus ojos se iluminaba con los últimos rayos de sol que quedaban.

Se levantó y vino hacía a mi.

Me abrazó. ¡Increíble! Me sacaba una cabeza.

- Creía que no ibas a venir.

Se le notaba sorprendido y a la vez feliz.

- Sinceramente yo tampoco.

- ¿A que hora tienes que estar en casa?

- Ocho y media.

- Vaya, nuestras madres tienen telepatía.

Me eché a reír.

- ¿Te apetece que vayamos a sentarnos a la playa? Cuando se pone el sol, es precioso.

- Tú mandas, Miranda. -dijo Mario entusiasmado.

Y empezamos el camino hacía allí.

Lo verdadero siempre perduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora