Diario de Frederick - Año XI

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La ciudad se volvía mas solitaria. Los soldados desaparecían aunque no los cuervos, sin tener respuesta alguna del paradero de nuestro rey. Empezaron a correr rumores de que el castillo estaba embrujado: que habitaban espíritus "devora-almas" y otras cosas para asustar a los mas chicos. Por eso, luego de la última imagen que tenía de Stonebriar, las ganas de remontar el barrilete disminuían. Sin embargo, mis padres empezaron a ser un poco mas permisivos, no solo por la edad, sino por la "tranquilidad" de las calles de poder jugar. 

-Quédate en un lugar donde te podamos ver. Y ojo con... -había exclamado mamá, señalando hacia el castillo real.

-Si, mamá. No te preocupes. Te quiero.

Le di un beso en la mejilla y salí corriendo con mi barrilete. Era el momento ideal para enfrentar a mis miedos, a los misteriosos y enigmáticos cuervos que volaban siempre en bandada. Aunque primero lo primero: había decidido cambiar la forma convencional de mi barrilete por el de mi sueño: un pájaro rojo con sus alas abiertas, para que aletearan (como los libros de la biblioteca).

-Si lo soñé así, es porque algo bueno va a pasar. Eso espero... 

Una vez afuera, en las calles desiertas de Stonebriar, me sorprendió el silencio. ¿Era buena señal? No había viento. Corría de un lado para otro... en vano. En cambio, cuando intentaba recordar paso a paso lo ocurrido en mi sueño, me había dado vuelto y la vi. Una silueta de una estatura similar a la mía, caminaba entre las sombras proyectadas de las casas, como escondiéndose de alguien. Estaba aplicando las mismas tácticas que me enseñó mi papá. Mi rostro era una mezcla de asombro y angustia. De repente, la tenía casi enfrente mio: una niña de ojos celeste, protegida por una gruesa y abrigada bufanda roja.

-¡Hey! ¿Qué haces afuera, solo y triste? -preguntó.

Atentamente, a quién corresponda.  



KITE: Atrévete a VolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora