S.E.I.S

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P.E.L.I.G.R.O.S.O

Sus ásperos labios se posaron por séptima vez sobre el cilindro de papel, y con ayuda de sus pulmones, hizo que una cantidad de humo viajara por su tráquea con suavidad.

Con sus dedos, acomodó la bufanda de un aburrido marrón para cubrir su cuello del frío que se filtró por su piel.

Suspiró alejando el cigarrillo de su rostro, expulsando el humo que había entrado en su interior.

Los cristalinos orbes que eran sus ojos reflejaban desagrado. No quería leer en ese momento, pero tras haber sido suspendido por una semana, se tiene que poner al día con las clases y lo mejor era leer lo que sería el libro de estudiante.

Chasqueó la lengua con frustración, y de mala gana destacó con un amarillo fosforescente unas cuantas líneas de los párrafos que consideraba importante para el estudio.

Agradecía que ese día fuera de ese clima, uno fresco pero no helado. Así podía pasar el rato recostado con la espalda apoyada verticalmente en un árbol mientras fumaba.

Pero una constante sensación de alerta estaba sobre él. No podía dejar de ver de reojo a las personas que caminaban al alrededor del sector en que estaba.

Un pequeño jadeo derrotado salió de sus labios.

Estaba muy confundido y desorientado, es como si hubiera estado encerrado hacía mucho tiempo y se encontraba con un mundo totalmente desconocido para él.

Con un enfado descontrolado, frotó la punta del cigarro en la portada del libro tras cerrarlo. Se levantó del césped y guardó sus cosas, colocó la correa de su bolso cruzando de su hombro izquierdo, pasando por su torso, y acabando en la parte derecha de su cadera.

Acomodó el cuello de su chaqueta negra, con cuidado de no mover la bufanda de su lugar.

Estaba dispuesto a irse a su casa, pero fue tarde cuando un peso muerto calló de improvisto en su espalda, haciéndolo caer.

Sus hombros fueron sujetados con fuerza, no pudo hacer nada por su desconcierto y el hecho que estaba comiendo pasto.

Fue dado vuelta con el peso de quien que lo hizo caer en su espalda, y sintió como un brazo hacía presión en su cuello mientras un dolor punzante, gracias a unos nudillos, se instalaba sobre su cabeza.

Conocía esa infantil llave fuera donde fuera.

Empezó a patalear como loco, a lo que mordía sin control el brazo de su atacante.

- ¡Estúpido noruego del demonio!

- ¡Maldito intento de dibujante adicto!

Un pelinaranja que estaba enfrente de la escena negaba con la cabeza al ver a los chicos lanzarse insultos mutuamente mientras forcejeaban para ganar en esa pequeña pelea.

...

- Eres un tonto por no habernos llamado antes. – reclamó un castaño con el cabello revuelto y cubierto de hojas.

Tord gruñó a lo que tomaba un sorbo de su café.

Matt los miraba aburrido mientras veía cosas en su teléfono.

"Estrés estudiantil, ira descontrolada y constantes peleas"

- Lo siento, ¿sí? – se quejó el de cuernos, estirando un poco su bufanda tras acalorarse por su bebida caliente.

Edd masajeó sus sienes con frustración para luego suspirar - ¿No han bajado tus notas?

- Claro que no, pero te lo digo en serio, ese sujeto se lo buscó. – apuntó molesto el noruego, tomando otro sorbo, haciendo referencia a la pelea más reciente que tuvo.

- ¿Ni siquiera sabes su nombre? – preguntó Matt con una ceja alzada.

- ¿Y a mí que me importa el nombre de ese hijo de puta? – desvió la mirada, para después echarse para atrás y pasar un brazo detrás del respaldo de su asiento, aún con su vaso sobre su boca.

El castaño rodó los ojos por la actitud hostil de su amigo, pero algo en el cuello de su contrario le llamó la atención.

- De todos modos, ¿qué te pasó en el ojo? – preguntó Matt al ver los tonos morados y rosados de su párpado.

- Ya se los dije, es alergia. – murmuró en respuesta Tord, mirando a quien le había hablado, sabiendo que Matt tenía la memoria parecida a Dory.

- Eso definitivamente no es alergia. – apuntó Edd, divertido y con una sonrisa pícara.

Tord lo miró unos segundos, hasta que se dio cuenta que apuntaba su cuello, y por instinto se cubrió, la marca que ya sabía que tenía, de inmediato antes de que alguien más lo viera.

- N-no es nada. – se defendió ruborizándose por las miradas de sus amigos sobre él, y de la razón de cómo se hizo esa marca redonda y rojiza que adornaba la piel de su cuello.

- Fue algo en su momento. – se burló el de verde, sonriendo de forma burlesca.

- Woah, acción no te hace falta. – comentó sin mayor atención el de pecas, quien sí alcanzó a ver la marca.

Ambos británicos empezaron a molestar al chico avergonzado al ser descubierto.

Los viejos tiempos fueron recordados y extrañados, ya que no pueden ser reemplazados.

Oh, melancolía.

Desde afuera y observando por una ventana hacia dentro de la cafetería, unos ojos negros brillaban irónicamente en una fría expresión.

El cabello del individuo se veía brillante, y con unas gotas deslizándose desde unos cuantos cabellos elevados, para luego caer por su piel.

Desde su cuello se marcaban ramificaciones moradas a la imagen y semejanza de las venas.

Sus labios púrpura se encontraban sellados con seriedad, y no parecían querer separarse.

Un abrigo blanco y cubierto de estrellas de colores cubría su cuerpo del frío, y el mango de un paraguas transparente descansaba en su mano.

El conocido líquido fucsia dejó como huella una delgada línea del mismo color desde la comisura de Tom hasta su barbilla.

Tal vez había mordido muy fuerte la punta de su lengua.

Los celos son peligrosos, y lo son aún más si quien los sufre es peligroso.

¿Por qué eres tan cruel? [TordTom]Where stories live. Discover now