Definitivo

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Dos semanas me demoró alistar mi viaje a París. Renuncié a mi trabajo, donde me hicieron una hermosa despedida sorpresa, llena de bombas y hasta con papayera. Entre todas mis compañeras creativas, ejecutivas de cuenta y medios, diseñadoras y hasta las encargadas del aseo se confabularon con Andrea para fingir mi secuestro después de la despedida y llevarme hasta el apartamento de mi amiga con los ojos vendados y todo. Entre los nervios y la risa me encontré con un trio de strippers vestidos al estilo francés esperándome en la sala del apartamento. Fue la primera vez que disfruté una fiesta sorpresa. Y nunca la olvidaré.

Antonio también me hizo una despedida, solo que la suya fue más discreta. Me invitó a un restaurante nuevo en plena zona rosa de Bogotá que quería conocer desde hace tiempo. Después de haber aclarado las cosas entre nosotros, nos habíamos vuelto los mejores amigos. Durante mis últimos días en Bogotá se comportó como se espera de un caballero; me acompañó a diligenciar papeles de la universidad y a ultimar detalles para mi viaje, hasta aceptó ir conmigo de compras. Iba a extrañarlo muchísimo, para ser sincera. Me habría encantado que nuestra relación hubiera sido así desde el principio, sin tantos enredos ni dramas. Tal vez todo sería diferente ahora.

Matías intentó contactarme varias veces. Incluso fue al apartamento de Andrea pero afortunadamente yo no estaba. A estas alturas ¿qué podíamos decirnos? Ya no valían los arrepentimientos ni las disculpas, era demasiado tarde para darnos una oportunidad. Si eso era lo que él quería, claro. Pero aunque él lo quisiera, yo estaba decidida a hacerme una nueva vida en París ¿cómo llevaríamos con éxito una relación a distancia si ni si quiera pudimos mantenerla de manera presencial?

♠♦♣♥

Antonio se ofreció a llevarme al aeropuerto pues Andrea se quedó con mi carro, pero no se lo permití, sabía que tenía mucho trabajo y en teoría ya nos habíamos despedido. Además odiaba las despedidas en los aeropuertos, eran demasiado clichés.

El Uber que tomé me llevó dos horas antes al aeropuerto. Tenía la costumbre de seguir las reglas, así que era bien exagerada con las sugerencias de las aerolíneas de llegar con anterioridad a la sala de abordaje. Siempre llegaba con demasiada antelación.

Como tenía acostumbrado hacer, busqué el Dunkin Donuts para comprar un paquete de seis donas y una malteada de fresa. Volar me daba un poquito de nervios y el azúcar me ayudaba a calmarlos. Cuando fui a pagar las donas, vi en una de las mesas a dos amigas jóvenes riéndose a carcajadas. Lily fue lo primero que vino a mi mente.

Cuando has vivido toda una vida de momentos especiales con una persona, son los pequeños detalles como estos los que más te hacen extrañarla. Sé que ella había cometido sus equivocaciones —aún me costaba perdonarla por eso— pero yo también tenía mis malas decisiones de las cuales arrepentirme. Tal vez debí despedirme de ella al igual que lo hice con mis demás amigas y compañeras de trabajo.

Tomé mi cajita de donas y mi malteada y me senté en una mesa mirando hacia la pista del aeropuerto. Me encantaba ver aterrizar y despegar esos aparatos tan imponentes; me recordaba las cosas increíbles que es capaz de lograr el ser humano.

—¿Puedo sentarme aquí? —dice una voz conocida que me aleja de mis pensamientos.

—Sí puedes —Le respondo.

—Gracias amiga —Lily se sentó en una silla frente a mí— ¿Me compartes una dona?

—Sabes que no podría decirte que no.

Sonrió. Sonreí.

—¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Andrea me lo dijo. Me llamó porque sabía que si mi mejor amiga, mi hermana, se iba del país, quisiera despedirme de ella —Se le aguaron los ojos al decir esto. Mis ojos respondieron imitándolos.

No Quise Vengarme De TiWhere stories live. Discover now