Profesionales

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Entrando a la sala de juntas, sus altas paredes blancas y el recinto bien iluminado, me transmitieron una sensación de paz que me caía muy bien para los nervios poco usuales que tenía. Todo estaba impecablemente decorado al estilo art deco y la cara de Antonio combinaba muy bien con la belleza del lugar. Él se encontraba sentado a la cabeza de la enorme mesa de juntas, concentrado en algo que parecía muy importante, pues tenía la mirada clavada en su Mac y ni siquiera se dio cuenta de mi llegada. Conforme me fui acercando a él, sentí una ola de placer en mi nariz; usaba la misma loción que sentí en nuestra cita en el café, el aroma era exquisito.

«Nota mental: Preguntarle qué loción usa e impregnar todas mis almohadas, sábanas y toallas con ella, tal vez así sería mucho más fácil conciliar el sueño en las noches. O tal vez lo haría más difícil». 

Aclaré mi garganta para que notara mi presencia. Inmediatamente levantó su cabeza y sus ojos se iluminaron al verme.

—Qué concentrado —exclamé tratando de sonar interesante y profesional.

—Buenos días Sofi. Mis socios no demoran en llegar. Quise adelantarme para que revisemos la presentación y así asegurarme de que todo está perfecto y tu agencia se va a quedar con esta cuenta.

—¿Acaso no confías en mí? —Esa era yo, tratando de hacerme la ofendida. Mi actitud me sorprendía a mí misma, tontear con hombres no era algo muy característico de mi personalidad.

—Por supuesto que confío en ti, pero yo sé qué están buscando los socios y necesito que te quedes con esta cuenta —Me miró fijamente.

—¿Necesitas? ¿Qué vas a ganar tú? Ni creas que te voy a dar comisión— Hice un pequeño ademán con la mano, para restarle importancia, tratando de mejorarle el humor.

—Sólo creo que eres muy talentosa y a este proyecto le caería muy bien tu conocimiento y creatividad.

De repente se abrió la puerta y entraron dos hombres, uno más alto que el otro, y una mujer muy elegante que saludaron a Antonio amablemente pero a mi ni me determinaron.

Antonio me presentó a sus socios, el alto tenía unos cuarenta y cinco años, era rubio y de tez muy blanca. Su nombre era Luis. Era el hijo del fundador de la compañía. El otro hombre se llamaba Robert, su acento era extranjero pero no sabría muy bien si era europeo o americano, era robusto y tenía una frondosa barba, cuando hablaba no podía evitar sonreírme.

La mujer no combinaba muy bien con ellos. Se llamaba Ana y se notaba que la amabilidad no era una de sus más fuertes características. Cuando se presentó me puso nerviosa, no sé si por su fuerte carácter o por todas las expectativas que Antonio tenía puestas en mí.

Por lo que sabía, se encargó de dejarle claro a todos los socios, arquitectos y hasta la señora de los tintos que yo era como la Lady Gaga del mundo publicitario.

—Así que usted es la famosa Sofía DoSantos. Antonio nos ha contado muchas maravillas sobre su trabajo - Ana trató de ser irónica, como si su comentario pudiera ofenderme.

—No se qué les habrá contado Antonio de mí, pero mi agencia sí se ha ganado varios premios nacionales y extranjeros en creatividad y en este momento el trabajo va muy bien, por eso esperamos trabajar con ustedes, no porque los necesitemos, sino por lo que podemos aportarles.

Todos se quedaron mirándome un segundo y luego miraron fijamente a Ana. Noté que mi comentario no le había caído muy bien pero no pude evitar sentir un toque de satisfacción al ver cómo me estaba mirando.

Después de una hora de responder sus preguntas, sobretodo las de Ana, Luis se levantó de la mesa y dijo:

—Bueno, creo que la señorita DoSantos ha dejado muy claro que son la agencia que necesitamos. Me disculpo pero me esperan en otra reunión, así que Antonio se encargará de coordinar esta campaña con la señorita DoSantos y nos tendrá al tanto de los progresos. Con permiso.

No Quise Vengarme De TiWhere stories live. Discover now