Secretos

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Me había negado rotundamente a encontrarme nuevamente con Antonio el jueves. No iba a propiciar ningún encuentro con él fuera del horario laboral, sin mi amiga como testigo. Salir con ellos había sido una experiencia agridulce; me divertí pero ser violinista no era el mejor plan del mundo. Decidí que en adelante, no aceptaría nuevamente una actividad así, mucho menos después de lo que presencié el miércoles en la tarde.

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El día transcurría demasiado rápido y no sabía cómo iba a hacer rendir las horas para hacer las mil y un labores que debía. Después de enviar un informe demasiado largo sobre la campaña de Paraíso Limón, asistir a una junta creativa con una de nuestras cuentas más importantes, discutir con Cristina sobre unos textos que quedaron mal redactados para una de nuestras piezas de revista de un nuevo cliente, sentía que ya no daba más.

A las cinco de la tarde recordé que tenía que encontrarme con Antonio en su oficina para que revisáramos y corrigiéramos juntos el itinerario del evento de lanzamiento del proyecto cuya fecha se aproximaba rápidamente. Dejé todo organizado en la oficina y faltando media hora para la reunión, pude por fin encender mi carro y salir de prisa para la el despacho de Antonio.

Por suerte no había mucho tráfico ese día, así que llegué con anticipación a la cita. Al ingresar, Nubia, la asistente de Antonio, me informó que había salido un momento pero que pronto regresaría, y me ofreció algo de beber mientras lo esperaba. Como no me apetecía nada, me senté en una de las mullidas sillas y saqué mi celular para revisar unos cuantos correos que no alcancé a responder en la oficina.

No pasaron más de cinco segundos cuando entró una mujer alta y elegante que se sentó frente a mí. Su cabello negro y brillante enmarcaba unos rasgos fuertes pero femeninos, tenía una cara muy bella. Algo en su mirada llamó mi atención; me hizo sentir juzgada, como si tuviera un escáner observando todos mis gestos, mi ropa, mis facciones y hasta mis pensamientos. Fue algo muy fuera de lo común, nunca una mirada penetrante me hizo sentirme así; sin embargo volví la vista a mi celular y traté de restarle importancia.

Estaba ya escribiéndole un mensaje a Antonio para confirmar si se acordaba de nuestra cita, cuando vi que ingresó a la pequeña sala de espera. Me levanté para saludarlo, pero él fue primero hacia la otra mujer quien también se puso de pie y sonrió ampliamente al verlo.

—¿Qué haces acá? —preguntó Antonio a la mujer con una mirada algo acusatoria.

—¡Amor! —exclamó ella alargando la "o" y haciendo un puchero con su boca— Recuerda que te dije que te recogería para que fuéramos a comer juntos.

Hice un gruñido para hacerme notar y Antonio volteó a mirarme. Su rostro no denotaba ninguna emoción, ni miedo, vergüenza o arrepentimiento, por eso lo que me dijo a continuación fue mucho peor de asimilar para mí, más que el simple grupo de palabras que salieron de su boca.

—Hola Sofía, te presento a Claudia, mi esposa.

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Casi pude escuchar la mandíbula de Andrea descolgarse y chocar contra la mesa.

—¿Qué? Por Dios Sofi, no entiendo, ¿acaso Antonio no era el novio de Lily? ¿No acababan de llegar de unas vacaciones juntos?

—Claro que sí, por eso estoy preocupada por ella.

—Oh Dios, pobre Lily. ¿Y tú que le dijiste al imbécil ese? ¿No lo confrontaste?

—Obviamente, fue lo primero que hice cuando la esposa se fue. Pero él no tenía ni una mueca de preocupación en su cara, solo me dijo que no era el primer marido en engañar a su mujer y que si yo quiero tanto a Lily, que por favor no le contara nada.

No Quise Vengarme De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora