17.

88 8 2
                                    

Erin rebuscaba en su libro de color azul. Cualquier cosa sería de ayuda en ese momento. Apenas fue dada del hospital en la mañana y Gary le entregó su preciado libro, leyó varias veces la misma hoja. Aún así no encontraba nada. 

Había pasado tan sólo tres días en el hospital, y había perdido peso de manera considerable. Sus pómulos de ángel, eran más delgados que antes. Sus dedos más huesudos y las ojeras inundaban su rostro de manera terrorífica. Tosía constantemente y se cansaba con facilidad.

Se levantó del suelo, donde se encontraba y se cerró la bata de dormir al estar en pie. Tenía frío, mucho frío. Holly había ido a la farmacia a comprar los medicamentos que se le habían recetado, así que ahora estaba sola.

Cuando estuvo frente al espejo nuevo, comenzó a marearse. Se apoyó del tocador. Cuando los mareos comenzaron a disuadirse, puso atención en su reflejo.

-¿Qué me esta pasado? -preguntó, como si el reflejo le pudiera contestar-. Algo no anda bien.

Sin embargo, para su sorpresa el reflejo le sonrió. Y aunque debió asustarse, se limitó a mirarle curiosa. De poco a poco, el reflejo comenzó a convertirse en alguien llenó de vida. Justo como Erin lucía meses antes: con las mejillas rosadas y los ojos brillantes.

-En efecto, algo anda mal -le respondió.

-¿Qué me esta pasando? 

-Estas muriendo -respondió sin más.

-No se porque lo presentía -se burló con una sonrisa amarga.

-Si no estamos juntas, no puedes vivir en el mundo mortal.

-¿Realmente eres yo?

-Soy tu mitad. La que rige lo bueno y lo malo.

-¿Cómo mi conciencia? -volvió a burlarse.

-Exactamente -respondió el reflejo.

-¿Entonces qué mitad soy yo?

-La mitad maligna.

Erin la miró sin expresión alguna.

-Tienes dos opciones: venir conmigo o vivir y ser el mal.

Erin lo comprendió todo de golpe. Volvió a sentir mareos, tuvo que apoyarse de nueva cuenta.

Respiró profundamente.

-Siempre he sido yo, ¿cierto?

El reflejo asintió con pena.

-Todo este tiempo he estado luchando contra mi misma.

El reflejo volvió a asentir.

-Por eso el mal cobró fuerza con Erik. Por eso en mi ausencia creció de manera desmedida. Por eso perdí mis poderes. Por eso sólo yo pude detenerlo.

El reflejo sólo la miraba.

-Por eso Erik murió... -dijo apenas audiblemente.

-Todos han muerto por nuestra culpa -sentenció el reflejo-. Excepto Elizabeth. Ella siempre estuvo destinada a morir.

-Pero yo la mate.

-El mal no eres tu. Sin embargo tu le das el poder.

Erin se encontraba completamente abrumada.

-Tienes hasta la próxima luna llena para traer a Erik al mundo mortal. Si no lo logras, ya no habrá marcha atrás.

El reflejo volvió a la normalidad instantáneamente. Corrió escaleras abajo, ignorando el palpitar descomunal de su corazón que le rogaba a gritos parara. Buscó en el calendario de la cocina.

-Tres días -murmuró-. Tengo tres días.

Se dejó caer en la cocina, justo al tiempo que Holly entraba a la casa con la bolsa de medicinas. Erin tosía frenéticamente, rogando por un poco de oxigeno. Su madre corrió hasta ella y trató de calmarla con palmaditas en la espalda.

-¿Qué pasa, cariño? -preguntaba Holly asustada-. ¿Qué ha ocurrido?

Cuando Erin comenzó a recobrar el aíre. Le sonrió tratando de tranquilizar a Holly.

-Baje las escaleras y me cansé -dijo entrecortadamente-. Es todo, vine por un poco de agua.

-Debiste esperarme.

-Tenía mucha sed -mintió.

Holly la puso en pie y la llevó hasta el sofá frente al televisor. La cubrió con una manta y le entregó una pastilla y un vaso de agua.

-Bebe lentamente -le pidió Holly-. Con cuidado.

-¿Madre? -le llamó en cuanto recobró las fuerzas.

-¿Si?

-Si yo muriera...

-¡Ni siquiera lo digas! ¡No vas a morir!

-Mamá, escucha... Por favor.

Holly la miró tristemente.

-¿Puedes prometerme que seguirás siendo tan sonriente como ahora?

-Erin...

-¿Y que cuidarás de la abuela, y por qué no volver a enamorarte?

-¿Por qué siento que te estas despidiendo?

Erin le sonrió tristemente.

-Sólo prometemelo.

Holly asintió lentamente.

-¿Pero cómo podría seguir sonriendo sin mi hija?

Erin derramó una pequeña lagrima.

Siempre estaré, de alguna o de otra forma. Así será.

Holly se echo a llorar y Erin la abrazó con las pocas fuerzas que aún habitaban en los más recóndito de su ser.

-¿No hay manera de que esta vez sea distinto?

-Nunca la hubo -respondió con un suspiro.

-Eres mi más preciado tesoro, Erin.

Erin derramó una lagrima, tras otra... hasta que ya no pudo contenerse más. Todo en su vida siempre iba de mal en peor. Cuando sucedía algo malo, creía que no podría ocurrir algo peor. Sin embargo, la vida siempre insistía en contradecirla diciéndole: créeme hay cosas peores. No le gustaba la compasión, ni auto compadecerse. Pero esta vez era diferente... tan diferente a las veces anteriores.

Ahora no sólo su vida iba en picada. También la de Estefa, Caitlin, Erik e incluso la de su madre.

¿Cómo podría hacerlo todo ella sola? ¿Cómo es que siempre arruinaba todo lo bello de su vida?



Habrá más capítulos este fin, ténganlo por seguro. Se que este es corto, lo siento. Se me había dificultado mucho actualizar, incluso no tenía inspiración con tantos ensayos de la universidad. Pero bueno, tener el corazón roto trae sus ventajas, ando muy inspirada.



Regresar|Libro II #Wattys2018Where stories live. Discover now