El joven rey de Narnia se había levantado desde hace horas, con el corazón en un hilo, con los engranes de la cabeza trabajando a mil por hora y con los ojos puestos sobre el mapa del castillo que reposaba sobre el escritorio de la biblioteca en la cual se encontraba trabajando desde altas horas de la madrugada.
Edmund recorría con la mirada los planos del castillo de Beruna. En algún sitio debía de estar su hermana Lucy. Estaba seguro de ello, lo podía sentir en su corazón, tal vez la traición puede acabar hasta con la relación más unida entre hermanos pero jamás podrá acabar con la conexión que existe entre ellos.
Edmund había perdido ya a Peter, no quería perder a Susan y se negaba a la rotunda idea de nunca volver a ver a Lucy.
El joven rey ya había visto más de diez planos del castillo y ninguno mostraba ni pista alguna de algún escondite o mazmorra oculta. No había otra opción, debía explorar el mismo el lugar.
—¿Alguna pista?—le preguntó Susan desde las pequeñas escaleras en las que se apoyaba para ver las altas repisas del segundo librero de la biblioteca.
—No. Aún nada—respondió Edmund.
Las puertas de la biblioteca se abrieron de golpe. Los reyes giraron la mirada para ver quién era el que entraba en el área. Alison era quien se adentraba en la habitación.
—Vaya—se sorprendió Alison al mirarlos—. Justo a quienes buscaba.
—¡Alison!—exclamó Edmund, quien dejó los planos atrás para acercarse a la muchacha.
—Edmund, debemos hablar—le solicitó la joven quien se volteó hacia Susan que ya estaba bajando a las escaleras—. Debemos hablar.
Susan asintió y tan pronto y bajó la escalera, se acercó a ellos.
—Vengo a unirme a ustedes para encontrar a la reina Lucy—dijo Alison.
Edmund y Susan abrieron los ojos sorprendidos. Más Susan, quien comenzaba a perder la fe en todo aquel que se encontrara en la corte.
Sin embargo la guerra no sólo marca tiempo de separase sino también de unirse, era momento de comenzar a planear estrategias, los enemigos ya estaban hechos, ahora faltaba hallar a los aliados, existía el miedo a la traición, siempre lo habría, pero como en todo, si no se arriesga nunca se ganará nada.
Edmund y Susan intercambiaron miradas, el rey no dudaba en unirse en equipo con aquella joven que cada vez provocaba algo más en él, esta vez era Susan a la que le correspondía dar el sí absoluto.
Susan lo sabía bien, tal vez en los tiempos en los que gobernó y envejeció en Narnia, no fue una reina de estrategias y alianzas pero sabía perfectamente a lo que estaba expuesta, una nueva era estaba por comenzar, y su única opción era alinearse a los protocolos de la guerra o sino morir como traidora.
Además sabía bien el poder de los hijos de Astan, ella incluso había visto la grandeza de estos y del rey de las tinieblas en el campo de batalla en la guerra contra Carlomen. Si debía de aliarse con alguien debía de ser con ellos.
—Aceptamos y apreciamos tu ayuda—determinó Susan—. Vamos a encontrar a Lucy antes de que sea demasiado tarde.
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